martes, 18 de diciembre de 2007

Deseo...no...a veces...

Deseo...
Un jardín lleno de flores...marchitas.
Escribir un poema
que no sea de amor.
Jamás ver las estrellas
y a sus plateados resplandores.
Deseo...
volar a tierras lejanas,
donde la tristeza me acompañe
en mi afligido andar...
la memoria se borre
y que de mí no quede nada.
Deseo...
Ver orquídeas en mi ataúd solitario...
consolar a los que me quisieron,
por quererme....Para consolarme...
con algo más que arte.
Deseo...
Hoy más que nunca...
morir una vez más...
en silencio.
Por tu hartazgo, con mis manos.
Deseo...
Jugar con el tiempo
a no encontrarme...
a no encontrarte...
Por fin entiendo tu juego....
Misterioso asesino de almas...
Bebe tu vino de la tarde...
Come mi carne primero...
Ya soy tuya...ángel enfermo.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Confusión...

Figuras de ángeles
y sombras de demonios
se pasean delirantes
por el inmundo escenario.
En el suelo, las rosas
y los alacranes danzan en
perfecta armonía.
Contrastes encantadores...
Hombres sin ojos
caminan siempre en línea recta...
al abismo.
Afuera simpre es más seguro.
Los colores no existen.
Todo es tan gris, viejo.
Simplemente gris.
La razón es el Dios de
aquellos seres.
No conocen el miedo,
tampoco la pasión.
Que tranquilidad se respira
allá afuera.
Estoy atado aquí con tus
cadenas de oro,
las de tus ideas.
Las cadenas de tus recuerdos.
Puedo correr hasta donde
me lo permitan...
puedo arrancarme las manos...
puedo... No quiero.
En medio de dos mundos,
decido ser un simple observador
de vidas, de muertes, de dioses.
Lo mismo da aquí ser libre...
en medio de lo infinito.
Pobre alma encerrada
en la bella obra de la vida,
deslizándose de acto en acto
hacia la muerte.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Diario....rosa rosa rosa

Diario
25/dic/18...d.C.
Hola… querida Eleonor (ya te puse un nombre).

Acabo de cumplir veinte años. Sí, es cierto, creo que te he abandonado casi por completo en estos últimos meses. Pero la vida en este apartado lugar, transcurre siempre del mismo modo. A lo mucho, las personas amanecen un día con una arruga más en sus rostros y la tierra se vuelve más vieja. Sólo eso. A veces me gusta imaginar que vivo en una de las grandes ciudades que aparecen en los libros, con toda esa gente consumida por el tiempo, por el trabajo y los hermosos vestidos. Yo, nunca he viajado. Viví aquí desde siempre.
Según he podido averiguar, mi padre falleció a los pocos meses de mi nacimiento, en la guerra. Mi madre, por alguna razón, me dejó al cuidado de la tía Audriana, planeando que permaneciera con ella sólo unos cuantos días, mientras arreglaba algunos asuntos en París…Auque ahora que recuerdo, jamás regresó por mí. No tengo ningún recuerdo de ella, pero Mossy, la cocinera, dice que era una mujer muy bonita. Es extraño que en esta casa jamás haya oído algún mal comentario de ella, aunque del mismo modo, nadie me ha querido contar lo que fue de su vida, luego de que salió de aquí.
Todos estos años me han servido para perdonarla. Sin duda, supo que aquí sería feliz por siempre, lejos de las terribles desgracias que según he leído que se viven muy a menudo en esos lugares tan fascinantes para mí. Hoy, precisamente, la extrañe mucho. El mejor regalo que podría tener es conocer a la persona que puedo llamarle mamá. De algún modo, sé que es imposible pero… cuánto me gustaría.

26/dic/18…d.C.
Eleonor:

He conocido al hombre más encantador del universo. Definitivamente, estoy enamorada. Su nombre es Óscar. Es muy apuesto y refinado en sus modales. Hoy era un día más para mí, pero definitivamente, ahora se convierte en el más especial de mi vida.
La mañana era muy calurosa, así que decidí pedirle permiso a mi tía para ir al río a pintar. Me costó un poco de trabajo convencerla. No le gusta que haga esos paseos tan largos yo sola, pero finalmente accedió, como siempre.
Al mediodía, después del trabajo con los pinceles, sentí un poco de sueño y me recosté sobre una piedra a la sombra de algún árbol. Poco a poco fui quedándome profundamente dormida, con el tranquilizante sonido del agua y sintiendo la brisa sobre mi rostro. Imágenes distorsionadas salpicadas de manchas rojas y negras perturbaron mis placenteros sueños, sentí un gran deseo por despertar, pero no pude, hasta que una mano fuerte me sujetó por el hombro y me preguntó con la voz más dulce que he oído en toda mi vida si me encontraba bien.
Sólo de recordar sus ojos grises y hermosos me hacen sonreír. Me preguntó mi nombre y elogió el cuadro que pinté ese día. Pasamos hablando muchas horas. Me contó que era nieto de unos amigos de mi tía Audriana. Acababa de terminar la carrera de leyes y había decidido tomar unas pequeñas vacaciones, antes de enfrentarse al trabajo extenuante del despacho de su padre. Yo sabía que no era correcto hablar con un desconocido, pero me inspiró confianza. Jamás se podría sospechar nada malo de un hombre como él. Me dijo que era muy linda, la más linda que había visto en su vida. Me ruboricé. Por supuesto, no le creí.
Sin darnos cuenta, se hizo casi de noche y se ofreció a acompañarme a mi casa para explicarle lo sucedido a mi tía que, a esa hora, ya debía estar pensando en las cosas terribles que pudieron haberme ocurrido.
Al llegar a casa, mi querida Audri salió corriendo y me abrazó, sentí un gran pesar por preocuparla de ese modo. Por fortuna, recibió con agrado las disculpas de Óscar y lo invitó a tomar un té a la casa, pues inmediatamente, por sus apellidos, supo quién era, a pesar de nunca haberlo visto en su vida.
La cena fue muy agradable, casi un sueño para mí. Repentinamente él pidió permiso para visitarme a la casa. Permiso que fue concedido con la única condición de que jamás se volvería a repetir lo de esa tarde. La felicidad no cabía en mi pecho. Aún ahora, que ya está amaneciendo, los recuerdos vienen a mí y no quiero dejarlos ir. Todo pasó tan rápido.

30/ene/18…d.C.
Eleonor:

Oscar ha venido diariamente a visitarme. Ahora es mi prometido, me casaré con él en tres meses. Para que describir la felicidad que me acompaña a cada paso que doy.
Nunca me imaginé que el amor sería así.



01/ feb/18…d.C.
Eleonor:

Acaba de llegar una noticia desgarradora a mi prometido, la cuál, vino a cambiar nuestros planes y a empañar de ardientes lágrimas nuestra felicidad. Su padre ha muerto. Tendrá que viajar inmediatamente para arreglar los asuntos pendientes y por supuesto, acompañar a su madre, destrozada por el dolor. Me parte el alma verlo tan abatido. Fue la más triste despedida. Esta noche parte hacia París, en algunos meses regresará por mí para casarnos. Eso dijo.
Hizo que recordara a mi madre, que hace veinte años me dejó en ese lugar, asegurando que regresaría. Y ahora se iba él.

05/feb/18…d.C.
¡Sufro tanto!

Cada día que pasa, mi miedo crece y mis pesares aumentan.
A veces extraño mi antigua vida monótona, aquel tiempo en el que si bien, no era feliz, no lloraba tanto.

25/ dic/18…d.C.
Querida Eleonor:

Es la última vez que te escribo. Ayer cumplí veintiún años, no hubo fiesta, regalos ni risas. Mi casa está sola. Aquí estoy, escribiéndote estas últimas líneas, sentada en la misma piedra en la que conocí a mi único amor. Las cosas han cambiado desde aquel día. Mi querida tía murió y como era de esperarse Óscar jamás regresó, como mi madre. Nunca me envió una carta, nada. No puedo derramar una lágrima más. Sí, estoy muerta en vida, algo menos que un fantasma. El final se acerca. Ya no estoy soñando, el río me llama con los gritos del infierno. Tengo que acudir a él. Adiós mi vieja amiga.
Eleonor, espero que Dios me perdone.

Cuento histórico de una historia por ocurrir. No, jamás ocurrirá

A principios del siglo XXI, en México, se vivía una de las peores tragedias de la historia. El país estaba dividido en dos sectores, tal vez en más. El miedo y la angustia se sentían en el aire, tan pesado ya. Por las calles ya nadie estaba seguro. Todas las personas caminaban con recelo, desconfiando de sus vecinos, de sus amigos, del señor que durante años había vendido el periódico en el crucero, de su familia y hasta de su propia sombra. Durante el día todo parecía tranquilo. En el noticiero jamás mencionaban los asesinatos, la inestabilidad, la inconformidad y mucho menos las injusticias, pues se tenía que guardar las apariencias ante los ojos internacionales a como diera lugar. Por las noches cambiaba el panorama. La sangre bañaba las avenidas de la mayoría de las ciudades, convirtiéndose en un campo de batalla. La sangre de los soldados, policías, civiles, la de todos.
Y ni hablar de lo que sucedía en el campo, en dónde realmente se vivía la guerra. Las cosechas se echaron a perder, pues todas las manos estaban ocupadas sosteniendo las armas, protegiéndose de todos, pues los habían engañado en muchas ocasiones. Muchas figuras que prometían ayudarlos y devolverles sus tierras, pero nadie había cumplido, por el contrario, les habían robado lo poco que tenían, incluso su esperanza. Ya no podían confiar en nadie.
El señor presidente de la República sabía que su vida corría peligro. Inesperadamente realizó un viaje diplomático por Europa, para desmentir la información que se estaba divulgando en Internet sobre los problemas de la nación. En una de sus conferencias, dijo que se trataba de pequeños grupos rebeldes que estaban manejados por los partidos políticos de izquierda. Explicando que en algunas ocasiones se había tenido que ejercer la fuerza para evitar que el asunto trascendiera. Refiriéndose, por supuesto, a la muerte de trescientos campesinos, que había ocurrido el mes anterior.
Los García formaban una familia de clase media, como cualquier otra. El padre era un contador público y Aurora, la madre, era ama de casa de tiempo completo. Ernesto, el hijo mayor, desde hacía algún tiempo deseaba ir a la capital, sabía que próximamente se iba a llevar a cabo la batalla final, la muerte del presidente y la caída de un gobierno autoritario, injusto, asesino… al menos esos eran los planes. Iría con un grupo de amigos que al igual que él, seguían de cerca los acontecimientos y mantenían comunicación con un grupo del centro del país, que reclutaba jóvenes para los tiempos difíciles que se avecinaban.
Un día hizo su maleta y le informó a su familia durante la cena sus planes. Aurora lloró desconsolada y el padre se opuso terminantemente, diciéndole que se estaba metiendo en problemas que no eran suyos. El gobierno ya se estaba encargando de todas esas personas que sólo hacían daño al país con su inconciencia y salvajismo. Habían convertido su lucha en una lucha de todos, empobreciendo al país, afectando a gente que era completamente inocente. En varias ocasiones habían discutido por ese asunto, Ernesto, en esa ocasión, guardo silencio. La decisión estaba tomada y partiría esa misma noche.
Su madre lo bendijo y le pidió que se cuidara una y otra vez. Presentía que sería la última vez que lo vería, rogó a Dios que no fuera así. No entendía las razones ni de su esposo ni de su hijo. Al igual que la mayoría de la población, no entendía el porqué del conflicto, pero diariamente sufría las consecuencias.
Los cinco amigos llegaron a la capital dos días después, agotados y hambrientos. Eran aproximadamente de la misma edad, con los mismos ideales, pero con diferentes vidas y sufrimientos. Estaban contentos por encontrarse ahí, tan cerca, haciendo por fin algo más que opinar, siendo parte de la historia. Ernesto se sentía mucho más útil que en su salón de clases.
Cuando al fin encontraron la dirección que les habían dado, no encontraron a nadie, era un callejón sin salida. Se desilusionaron un poco. Sin embargo, pudieron haberse equivocado, Abel era el único que había vivido en la ciudad, pero años atrás. No tenían a dónde ir, se estaban preparando para pasar la noche en ese sitio, de cualquier modo, no faltaba mucho para que amaneciera y pudieran realizar algunas llamadas telefónicas.
De pronto, tres carros con luces apagadas les cerraron el paso, ya de cerca, vieron que eran soldados. No podían huir, era demasiado tarde. Se oyeron varios disparos. Ernesto vio que sus amigos caían al frío suelo, ya sin vida. A él, lo torturaron para que confesara los nombres y direcciones de sus contactos. No sabía gran cosa, pero inmediatamente se dio cuenta que no tendría caso decirles la verdad, todos habían muerto ya y el no moriría como un cobarde…Se oyó el último disparo.
Aurora se quedó esperando a su hijo. Su cuerpo nunca fue encontrado. Esta abnegada mujer seguía sin entender el motivo de la guerra, que había acabado dos años antes. Pero comprendió los motivos de Ernesto, su sacrificio. Sus hijas menores ahora disfrutaban de la vida que él nunca tuvo. Podían caminar seguras por las calles, sin desconfiar de nadie. Se respiraba paz. En su casa, una veladora y lágrimas derramadas diariamente le rendían por siempre un homenaje silencioso, a pesar que su nombre nunca estuvo en los libros de historia, a pesar que aún lo esperaban para cenar....

jueves, 22 de noviembre de 2007

La historia se repite,
el tiempo se acaba.
Y al final del camino,
me reencuentro con mi vieja amiga,
tan dispuesta a presentarse sin cita previa,
justo cuando no la necesito, cuando no la espero...
La amargura lleva de vestido,
la nostalgia por sombrero.
El silencio la acompaña entre tantos gritos...
Alguna vez le di la espalda,
en medio de falsas compañías...
Su cruel venganza... permitirlo,
simples vueltas del destino.
Con una nota triste terminó el encanto,
en la despedida de las almas,
juntas recitamos un poema...
Soledad, no me abandones,
átame con cadenas de oro a tu desdicha.
La muerte viste de luto ...
tan alerta y preparada como guerrera...
guerrera en tiempos de paz,
de causas ganadas,
terca tempestad en días de sol...
Prefiero caminar al abismo
por pie propio, con la frente en alto
y lágrimas en mis ojos.
Caer mil veces y morir...
antes de ser presa de esas
hermosas figuras destellantes,
que me persiguen, pero..
no tienen ojos,no sienten nada,
iguales todas... bellas
perfectas... felices.
Simples hombres al fin,
sedientos de fe, cubiertos de deseos...
buscando, buscando, buscando...
justicia...no,
verdad...no,
libertad... creo.
Todo suena a lo de siempre,
carne muerta...

Soledad, no me abandones...
digo adiós al mundo
y te doy la bienvenida...
La eternidad espera.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Una crónica que no es crónica relatando lo que nunca ocurrió

Está es la crónica de una tarde cualquiera y en cualquier lugar, claro, en cualquier lugar que pudiera suceder lo que pasó hoy.

3:30pm. Era un día nublado. La hora de irse a la escuela había llegado… tal vez se aproximó demasiado. Estaba ahí, en el único cuarto de mi casa, tomando los restos de un café tibio y amargo que conservaba aún desde la mañana, fumando el último cigarro que sólo indicaba el inicio de una nueva cajetilla. De pronto, un sonido horrendo, casi tan horrendo como un grito humano me sacó de la intensa observación de las graciosas figuras grises que salían misteriosamente de mis labios. Mi hermano mayor y yo salimos a investigar que había sucedido, pues se escuchó tan cerca, que posiblemente, de haberse prolongado un poco más, hubiese lastimado nuestros oídos. Sólo vimos a tres gatos a unos metros de la puerta, pero parecían tranquilos. Aunque un poco desconcertados. Sin decir palabra entramos a nuestra preciosa casa azul.



3:40 pm. Manejar ya no era un problema para mí. Iba camino a la escuela y la vía rápida fue la mejor alternativa. De pronto, alcancé a observar una patrulla, un segundo después, cerca de quince, aunque no estoy muy segura, pudieron haber sido diez o treinta, no lo sé. Por seguridad, tuve que disminuir la velocidad, pues la única licencia que tengo para manejar es la mía y la de Dios, claro, en caso de que exista y crea en él. De cualquier modo, el tráfico se volvió lento, no pasó mucho tiempo para que me diera cuenta del porqué, tanto alboroto. Había un accidente, bueno, si a eso se le puede llamar accidente. Eran dos carros muy nuevos, de esos que jamás podría comprar en los próximos cuarenta años de vida. Supuse que acababa de ocurrir, aún no había llegado ninguna ambulancia. Al pasar por el lugar donde se encontraban esos autos, me di cuenta de que tenían los vidrios laterales estrellados y muchos orificios que adornaban la carrocería, seguramente eran de balas. En el interior distinguí unos cuerpos cubiertos con sábanas blancas. Cerré los ojos por un momento y seguí mi camino. En fin, cosas como esas pasan muy a menudo en esta ciudad, al menos eso dicen los periódicos y, por supuesto, es el secreto a voces de las autoridades. Iba concentrada en esos pensamientos, cuando un grito como el que había escuchado afuera de mi casa, me trajo a la realidad. Nuevamente, no hubo ninguna explicación, sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo. De alguna manera sabía que la muerte rondaba a ese sonido, posiblemente sólo lo recordaba.



4:00pm La ciudad es un caos y la universidad también. Había una enorme fila para entrar al estacionamiento. Me puse detrás de un carro rojo, respiré profundamente, supuse que la espera sería larga. Un poco nerviosa aún por lo que había sucedido en el camino, me recosté en el asiento y de pronto recordé que había oído ese extraó sonido dos veces en el día y sólo había ocurrido un aconteciemiento desagradable.Tal vez tomé demasiado café. Pude sonreír. Sonó el teléfono con esa melodía que tanto me gusta y me trae gratos recuerdos de mi niñez, de una linda cajita musical. Intenté contestar pero no pude, no podía moverme. Sonó y sonó. Una profunda oscuridad llenó mis ojos.


7:00pm. En las noticias de la tarde, comentan de aquellos dos autos, de las personas no reconocidas que murieron y de los asesinos que lograron darse a la fuga. También y de manera corta, mencionan un accidente inexplicable algunos metros más adelante, una joven se estrelló contra un poste. Murió instantáneamente.
Todo esto ocurrió en alguna cuidad, de la cuál, aquí donde me encuentro, no puedo recordar su nombre.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Otro cuento....triste, porsupuesto

Leonor

Transcurría el año de 19…en un lugar extraño, donde el tiempo parecía haberse detenido en el siglo anterior. Por las calles podían verse viejas construcciones, con jardines inmensos que despedían aromas arrebatadores. No había muchos habitantes, a primera vista parecía un pueblo fantasma. Las únicas fiestas que se celebraban ahí, eran las bodas o los entierros, naturalmente, con la misma emoción. Todos se conocían y se guardaban un cariño silencioso o un odio fraternal.
En la propiedad más alejada, vivía Leonor, una bella joven de veinte años de edad de carácter dulce y bondadoso. Sólo tenía por compañía a su madre Leticia, una triste mujer que había dejado de sonreír al quedar viuda algunos años después de su nacimiento. Poseían una gran fortuna, pues el padre era un importante funcionario que habían asesinado en uno de sus continuos viajes. La vida de estas mujeres transcurría de manera tranquila. Ocupaban gran parte de su tiempo atendiendo las tareas cotidianas, que eran muchas, pues nunca habían tenido personas que les ayudaran. Jamás tenían tratos con nadie.
El desprecio que sentía Leticia ante el mundo entero, la había convertido en una mujer severa. En muchas ocasiones había castigado a su hija por haber cruzado palabra con un desconocido o con la persona que llevaba las flores para adornar la mesa. Ella siempre se encargaba de esos asuntos de manera rápida y sin cortesía. Leonor no sabía mucho de su familia, posiblemente no tenía. No sabía leer ni escribir, jamás se le permitió ir a la escuela. Todo lo que sabía era por haberlo oído mencionar a su madre a la cuál adoraba después de todo. Era feliz, jamás se dio cuenta de la estrechez de su mundo. Nunca conoció el odio, ni el amor, ni las desilusiones. Su casa significaba su mundo, las sensaciones, su compañía y la imaginación era el único escape a la cotidianidad. La libertad, para ella, era sonreír al sol y llorar con las estrellas.
Sin embargo, en la siguiente primavera Leonor enfermó de modo repentino. Una tremenda debilidad le impedía levantarse de la cama. Fueron largos meses en los que padeció terribles dolores. Su piel, antes blanca como marfil, se ponía cada vez más gris, marchita y en sus ojos había un brillo extraño, semejante al brillo de la muerte. El médico dijo que no tenía cura y no podía precisar cuánto tiempo le quedaba de vida, podrían ser días, meses, años. Así, la sentencia estaba hecha.
La medicina recetada calmaba momentáneamente el sufrimiento. Había días en los que se mejoraba un poco y hasta podía sostener pequeñas conversaciones con Leticia, que no se había separado de ella un instante y velaba siempre su sueño. La mayoría de las noches, su pobre mente enferma era atormentada por monstruosas figuras, que se apoderaban de su imaginación, gritándole cosas terribles al oído, rozando con los sucios colmillos su piel, dejándole tenues llagas. La querían a ella, tan inocente. Nunca temió a la muerte, jamás escuchó un cuento de fantasmas, ni leyendas, ni hadas. Pero le aterraba seguir en esa agonía. Así que una idea fue formándose en su cabeza, dándole vueltas y presentándose como el único modo terminar con ese martirio.
Una mañana, en la que el sol se filtraba por las livianas cortinas de la habitación, despertó y vio a su madre con los ojos fijos en ella. Lloraba, se veía varios años mayor y terribles arrugas enmarcaban sus ojos. No sabía cuanto tiempo había transcurrido, le parecía como fuera apenas ayer que regaba las flores del jardín. Recordaba el olor que venía de la cocina en la última cena que compartieron antes de caer en esa agonía, su madre le habló de lejanas tierras y de la maldad de los hombres.
Entonces, con terrible voz, le pidió a Leticia que la matara. Le contó de su locura, los sueños, la incertidumbre. Le imploró que le permitiera descansar en el cementerio, ahí donde los muertos y los demonios viven en amarga armonía. Le habló de la gloria del cielo. Por supuesto, la madre se negó, a pesar de que se lo pidiera por tanto tiempo.
Cada día la situación se tornaba insoportable. Hasta que una fría noche de noviembre, en la que las sombras gritaron desesperadamente y el delirio fue más fuerte que nunca, Leticia, al ver el dolor insoportable de su pobre hija, tomó un cuchillo afilado, se acercó a su dulce cuello y le cantó su canción de cuna. Leonor abrió los ojos, sonrío y…
Los árboles habían perdido todas sus hojas ya, pero esa mañana, sobre una tumba reciente, apareció misteriosamente una hermosa orquídea morada y al lado un cuerpo viejo yacía ya sin vida, también….

sábado, 3 de noviembre de 2007

Musas, mujeres y uno que otro recuerdo

Noviembre de 18....


Aléjate de mí, todo lo que puedas,
hasta dónde te lo permitan tus manos,
que siguen acariciando mi rostro.
Dime adiós, sólo por hoy,
mientras te consuelas con el Arte
y regresas siendo el mismo.
Tú, guerrero en las batallas por la nada,
simple ganador de elogios... los míos.
Manipulador, perdido en mis ojos.
Cúlpame a mí o al mundo entero,
enciérrate en tu yo, tan obscuro.
Pudiera asesinarte,
pero tu sufrimiento es más voluptuoso.
Nada se compara con el dolor
de ser tú y no otro.
Pobre, construíste con arena
el sencillo castillo donde permanecerías
una eternidad y se está cayendo.
Búrlate de mis lágrimas accidentales,
si eso quieres. Critica mis ilusiones y mis deseos.
Soy tu sombra y tu reflejo,
eres mis heridas y mis recuerdos.
Aléjate de la obra que no fue tuya
y se muestra descarada a la luz del día.
Enfréntame con mis peores temores...
una vez más... y dales a ellos la victoria.
Siempre es el mismo efecto.
Aléjate de mí si eso te hace feliz,
quédate conmigo si no crees en la felicidad.
Difícil elección...para mí, simple repetición.
Acompáñame a caer al abismo del no pienso
y a subir por mi cuerpo, casi al cielo.
...
Entonces...vencido, tus dudas se despiden,
tus ojos se aferran a la imagen
y tu mente al recuerdo.
Tus pasos se retiran
y tus labios me dan la bienvenida.
...
Maldíceme si quieres.
Mi fascinación por la decadencia nunca terminará.
Aunque sea la mía.
Antes ya maté a muchos hombres que,
desolados, buscaron mi piel sin saber que ...
la arranqué hace mucho tiempo con filosos dientes.
Se que se espera mi solemne caída, para iniciar el festín.
Pero entonces...
la dulzura y el deseo,
la pasión y el sentimiento
la hoja y el tintero no irán de la mano.
Coquetearán sin tocarse,
en el peligroso juego de la vanidad.
Sus manos, desprendidas de sus frágiles
cuerpos inanimados,
seguirán llevando flores a mi tumba.
Claro, suponiendo que me pierda antes
que se opaquen las estrellas y se sangren las lunas,
mis insensatas lunas muertas.
Pero...no hay tal probabilidad,
en este tiempo nacen muchos artistas,
sedientos de promesas.
Apresados en las redes, siempre tan hermosas,
tan elocuentes.
Desearán escaparse siempre...
lográndolo algunas veces.
Regresando muchas veces más,
a mí y a sus secretos,
Su vacío es más grande que el mío,
y eso que yo, no conozco los anhelos.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Y justo en aquel instante,
te haces grande, imponente, insensible.
La tierra se vuelve pequeña,
ya no tiene espacio para ti.
Creces en todas direcciones.
Eras un hombre...antes.
Insensato, derribaste la muralla que te protegía.
El viento se llevó el techo de tu palacio,
entre otras cosas.
Ahora todos te conocen.
Sin embargo, ya no eres tú,
jugando con el fuego.

El polvo de tu cuerpo calcinado
se esparce por todos lados,
ensuciando las ideas
seduciendo las tiernas mentes.
De tu sangre casi roja nació un arroyo,
pero nunca llegó al mar.
Se filtró en la tierra y crecieron flores
de muchos colores, pero siempre marchitas.
Su belleza nace para morir
irremediablemente...como todos.

Sigues de pie aunque ya no tengas piernas.
Tus brazos cansados de luchar,
no pueden dar el último abrazo.
Gritas...los que solían escucharte
huyen aterrados, tapando sus lastimados oídos.
-¿Lo extrañas?
-No. El era un muerto. Hoy simplemete agoniza...
de verdad.
-¿Porqué lloras entonces y te vistes de luto?
-Porque soy una figurilla más en su teatro.
Si supieras como sonríe y me llama desde su ataúd.
-¿Puedes verlo?
-No.
-...
-Descuida, estoy soñando.

Y sigues creciendo
hasta que tu sombra desaparece,
tu alma fue directo al cielo,
para ser atormentada por los ángeles,
en el mismo infierno.
Mientras tanto...aquí abajo,
permanecen tus letras, tu polvo, tu sangre.
Pero no por siempre...
poco a poco el mundo se va purificando,
de todo...de ti.
Un niño acaba de nacer...tu lugar ya esta ocupado.

La luna maldita no llora.
¿Recuerdas su belleza?
Ella no te recuerda...ni nadie
y sólo pasó un segundo.
Lo siento...eras un hombre...
sólo un hombre.
El juego terminó.
Y todas las cartas se quedaron sobre la mesa...
intactas.

lunes, 29 de octubre de 2007

Mis musas muertas

Es hora de escribir la nueva historia.
Matar los sentidos,
aniquilar cualquier pensamiento,
descuartizando uno a uno los sueños.
Todo está listo ya,
para clamar por una nueva razón,
un motivo que se renueve día con día...
y que no se gaste como todas esas frases
que caminan por los viejos libros,
esos que ya no se leen
y que se regalan todo el tiempo.
No debemos permitir que sus historias
vuelvan a conmovernos.
Gretchen! Gretchen!
tu amor ya no significa nada aquí
y el tuyo era el más grande.
Julieta, Silby, Ligeia
sus muertes perdieron el sentido
con el nuevo siglo.
Su vida jamás debió ser contada.
Desdichadas, existieron sólo
para que el mundo
multiplicara sus anhelos.
Ahora todas están muertas,
sus hermosas labios ya no
nos murmuran sus secretos.
Buscamos olvidarlas...
su belleza dejó de seducirnos y
su abnegación nos embriagó...
hasta cansarnos.
Enterradas para siempre...
pobres, no pueden llorar.
Habrá que darle la espalda al dolor
y prepararnos para ese demonio que se acerca
con pasos cada vez más firmes,
su figura vacilante y su corazón enfermo
Si, escribir la nueva historia,
pero no con sangre ya,
ni letras de fuego...
Se puede escribir en la arena,
en en el aire o en el cielo,
que más da, ya todos estamos tan ciegos.
Me pregunto si es necesario
alquilar a un poeta para hacerlo.
No. A un hombre de ciencia prefiero.
El tiempo apremia,
pero hay muchos brazos,
muchas piernas y cabezas.
No hay más, cubiertos por la noche
haremos útil al arte, después...
todo está hecho. Por resultado tenemos
una vida burda y simples temperamentos.
Una nueva historia, sin sentmientos.
Por cierto...
El mío lo dejé en una copa de vino,
hace ya mucho mucho tiempo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Otro....

¿Qué puedo cambiar?
Una noche por diez días.
Diez días por una hora.
Una orquidea por una palabra o dos.
Un arete por el otro.
Una ilusión por un minuto de realidad.
El amor por compañía o cualquier cosa.
La salud por la felicidad.
El café amargo por el vino...amargo también.

¿Qué quiero cambiar?
Por supuesto, el color de la luna,
el sabor de la sal,
tú terquedad ante lo que no soy,
pero quieres que sea.
Lo alto de la montaña,
el olor de aquel perfume.
Las arrugas de la vejez
y el color de los sueños.

...Y habiendo tantas cosas por hacer,
elijo no mover nada de lugar,
todo es tan gracioso...
extravagantemente perfecto.

Contrastes y contrastes,
algún día el blanco se quedará sin el negro,
la luz sin la sombra, lo bueno sin lo malo.
Para quedarme yo sin yo
y el mundo sin su Dios y sus deseos.
El poeta sin sus letras,
la mujer sin sus lágrimas.
El silencio sin el terror y
los errores sin remordimientos.

Ese día gritaré por la libertad,
pediré a las esfinges me revelen sus secretos.
Mintras tanto, no me queda más remedio,
que seguir eligiendo.
Claro como si aquí se pudiera elegir
algo aparte del atuendo.
Lo olvidaba sí se puede...
pero no...
eso significa estar muerto.

¿Qué puedo cambiar?
No leyeron en el diario,
hoy es hace algunos años
yo aún no estoy escribiendo.

lunes, 22 de octubre de 2007

Simples muñecas

Acabo de recordar...
en una noche como ésta,
la muñequita salía a bailar,
para mí.
Con su vestidito blanco y negro,
siempre tan apropiado para la ocasión.
Y la ocasión, siempre era la misma.
Día tras día...algunos no...
Se oyen pasos al final del corredor que se acercan.
Pasos largos o pequeños, siempre se acercan.
Una mano, cualquier mano, muchas manos,
han movido ya la pequeña llavecita, que más da,
de cualquier forma la música siempre empieza.
Luego casi ciega ante la luz,
abre su casa, para mí.
Uno, dos, tres....gira y gira.
Uno dos, tres...vuele a girar...
Mis ojos la siguen y
mi corazón late a su ritmo.
Ahí está, con la misma sonrisa,
con el mismo maquillaje y la misma pose.
Siempre creí que era feliz así.
Nunca conoció el dolor de la caída.
Siempre quise ser igual a ella
tan bonita así, tan graciosa...
Pero esa noche algo era diferente.
La música empezó y ella no se movió.
Tuve que empujarla con mis manos,
pensé la había descompuesto,estaba desesperada.
Luego de algunos angustiosos segundos,
al fin, comenzó su rutina.
Uno, dos, tres...La música seguía.
Pero...ella giraba cada vez más rápido, tan rápido.
Yo sólo la miraba. No podía ayudarla.
Una vuelta más, un giro más.
Al final se detuvo.
Su cara, acabo de recordar,
tenía una lágrima.
Ahora sé porqué jamás volví a jugar
con esa hermosa cajita.
La muñequita lloró.
Quizá se dió cuenta que la vida era otra cosa.
Qué lástima...tan bonita,
tan graciosa que era...
Soy un poco más grande ya,
han pasado algunos años
y en mis noches de insomnio
logró acordarme de cosas
tan sencillas como éstas...
A veces pienso que soy yo,
quién da tantas vueltas.

sábado, 20 de octubre de 2007

Es sólo lo que es

¿Que pasará?
Ya no pertenece al mundo
de los hombres ni a nada.
Su voz ya no se escucha,
es el sonido de la brisa,
el graznido de un cuervo y
el silencio prematuro de su presa.
La belleza desapareció de su rostro,
que se refleja en el estanque.
Pobre hombre, pobre viejo.
Sus palabras desaparecieron
y ahogó el sentimiento en las olas
de una playa solitaria,
tan solitaria como él,
perdido entre los vivos.
Camina con las sombras,
una noche, muchas noches.
Se desgarra...cada segundo...
Pero ya no duele...
Pobre hombre, pobre viejo.
Decidió su destino
en un triste día de julio,
tan triste como él.
¿Qué pasará?
En silencio,
recorre las calles sucias de las ciudad
cómo un fantasma.
Antes, vestía un pulcro traje desaliñado,
corbata a cuadros, sonrisa ensayada y
camisa blanca de puños doblados.
Hoy,él es una ironía, una mala jugada,
es fruto del amor pegajoso,
donde se pegan sólo las ideas.
La tumba está abierta.
Desea vivir, vivir un poco,
como es debido.
Pobre hombre, pobre viejo,
por favor que alguien le diga,
esta hora ya no es suya.
Es libre.
No tiene que seguir caminando.
Se burló de la vida,
la muerte cobra venganza.
Siempre amigas del dolor consumado,
del dolor eterno, del vagabundo
sin nombre, del hombre sin sueños.
Mira cómo llora ese hombre,
preferiría estar muerto...
o enteramente vivo,
para ya no alimentarse
de la complejidad y reconciliarse
con el hastío de la misma flor en el ojal
y el mismo olor de su cabello.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Y,,,, y,,,,,i

Y este sentimiento que no se va...
se burla del tiempo,
de mí, de todos.
Es un juego cruel con reglas claras,
siempre tan atrayente,
lo juegas una vez y estás del otro lado.

Se desvanece a su anotojo
entre las luces destellantes pero efímeras
de la feliciday renace...
justo cuando ya eres fuerte
y crees que venciste al gigante.

Es la enredadera que se apoderó
de la torre del castillo,
el pasto que creció
sobre la tumba,
los sonidos de la noche.
Brutalmente sutil,
espectacularmente mediocre.

Quisiera alejarlo sólo por hoy.
Quisiera manipularlo para siempre.
Quisiera ganar sin pagar el precio.

Ya no queda más,
perdida en el laberinto,
para complacerlo, ofrezco al verdugo
mis buenas intenciones,
mi incapacidad y mi cabeza.

Y este sentimiento que no se va...
sigue robando sueños de los hombres
que permanecen despiertos,
estrujando su talento.

Es el vacío...
es el hambre,
la desilución
y el anhelo.

Sentimiento, no te vayas,
acompáñame, rasga mis entrañas,
hiere mi vanidad, corta mis manos de seda,
háblame al oído...
pero no de mí,
murmúrame mejor el concepto
de la belleza y del arte.

Enséñame a disfrutar
la voloptuosidad de una pena,
a llorar sin lágrimas
y vestirme de gris piedra.

Muéstrame lo que creaste...
para reírme contigo de las estrellas.

jueves, 11 de octubre de 2007

Y para eso tantas vueltas

-¿Para qué escribir palabras
repletas de dolor, amargura, desprecio y
frases que lloran a cada letra?
-Para aceptar el destino...
el destino de la musa
que se cayó del cielo de su poeta
y ahora se quema con las cenizas.
-¿Qué hace la musa siendo inspirada?
-Se convierte es una estatua de oro.
-¿Qué hace la estatua de oro,
cuando, olvidada en aquel rincón
ya nadie quiere rezarle,
ni hacerle altares, ni sacrificar animales,
ni hombres... ni almas?
-Quizá sólo se invente un Dios,
para pedirle alas y ser sólo polvo.
-¿Qué hacen los hombres al nacer?
-Prepararse para morir.
-Y... ¿qué ven los muertos al abrir los ojos?
-Lo ven todo y los vuelven a cerrar.
-¿Para qué los poetas escriben poesía?
-Para no estar muertos
-Entonces, ¿cuándo se cierra el círculo?
-El círculo se abre.
Se abre cuando los poetas ya no escriben
palabras malditas y matan a sus musas,
cuando el oro se convierte en polvo
y los muertos se alimenten de las cenizas.
-¿Qué hace la esfinge sin sus secretos?
Los vuelve a contar.

domingo, 7 de octubre de 2007

Carta para la musa...la carta de un viejo amigo

Despiértame cuando la caída nos haya alcanzado
y la hora suprema nos haya besado,
cuando la guerra haya cesado,
cuando tu corazón sea de piedra
y el mío de blanda ternura y negro sangrado.

Cuando el tiempo se detenga,
entre la poesía y la esperanza
y agotados los cimientos
ya no soporten la carga,
desmorónate, ese es tu camino,
asesíname porque ese es mi final
y el destino siempre ha de ser obedecido.

Eran el futuro y no son nada.
Son el caos, el infierno
son el miedo y el misterio.
Es la luz y el quiero
que se agoniza en el tiempo.

Entre tanto no hay más, estamos muertos.

Anínimo... ja no es cierto, no es mío, es de él. Estoy segura que no me acusará de plagio, aparte igual me
tocaría 50% de regalías, entonces no importa

jueves, 4 de octubre de 2007

Un cuento mhhh

Era cerca del 1890, me encontraba en mi magnífica casa de Londres, con sus amplios jardines y sus seductoras enredaderas que enmarcaban la imponente torre. Tendría casi 30 años. En ese tiempo era considerado uno de los caballeros más odiados y admirados de la sociedad. Mis destacados conocimientos en las ciencias y en el arte lograban conquistar a todos. Mi escandalosa vida antes del matrimonio, sólo era perdonada por aquellos títeres danzantes de la vida sin un pensamiento real en su cabeza, debido a mis encantadores modales, la ironía en mis palabras, la belleza de mi aspecto y por supuesto mi incalculable fortuna.
Mi infancia la pasé en escuelas alejadas de mi patria, tal vez las mejores escuelas del mundo. A los 20 años de edad, cuando murió el último lazo que me unía con mi odiada familia, mi padre, regresé a Inglaterra con el fin de disfrutar la herencia que me había dejado como el pago a su falta de atención
Después de 9 años de vida disipada, conocí a la más hermosa de las criaturas, no existirían palabras para describirla, era perfecta. Quedé impactado con su imagen que aún ahora recuerdo, ella jamás cambió nada, siempre lucía majestuosa. Llevaba siempre el mismo collar el día en el que la conocí, cuando la hice mi esposa y por supuesto en esa trágica noche. Jamás me había permitido ver cuál era el secreto de ese antiguo collar, supuse que dentro guardaría la foto de algún ser querido, muerto o vivo, tal vez de un viejo amor.
Pasé así los primeros meses de casado en una alegría inimaginable. Sólo que había una pequeña marca obscura en aquella dicha. Riana -ese era su nombre- nunca hablaba, jamás pronunció mi nombre, bueno, sólo una vez. Ella me miraba de ese modo tan extraño, que nunca mujer alguna sobre la tierra podría igualar y simplemente lloraba, cuando le pedía de mil maneras que me dirigiese la palabra. Puede parecer extraño que sin conocerla me hubiese enamorado de ella, pero esos bellos ojos no podían dejar de mirarse una vez que te habías adentrado en ellos, tenían un hechizo.
A medida que pasó el tiempo, la felicidad se fue desgastando, ya no la veía, me indignaba su falta de sentimientos, su rutinaria vida y sus repetitivos modales, me irritaba la idea que no me amara. Empecé a odiarla. La obligaba a hacer las cosas más bajas, insultándola y burlándome de las ardientes lágrimas que corrían por sus mejillas. Pobre, sólo me miraba. Poco a poco, fui aislándome de todo lo que antes me causaba un enorme placer, la naturaleza me parecía un cadáver que cambiaba su aspecto, con las estaciones, pudriéndose cada día. Me pasaba horas enteras en mi alcoba, tan alejada de la de ella. Nunca veía la luz del sol y debido a esa soledad que me embargaba me adentré en conocimientos que casi ningún hombre tenía el valor de realizar.
Hasta que un día cayó en mis manos un pequeño libro que me regaló no recuerdo qué personaje, ahora que lo pienso, jamás supe quién me lo obsequió. Sólo recuerdo que lo recibí en una mañana fría y de inmediato lo leí, coincidía perfectamente con mis investigaciones. Encontré una hoja marcada y de inmediato, una terrible idea se apoderó de mi cerebro. Tenía en mis manos la fórmula exacta para matarla, sí, mataría a aquella mujer tan odiada y amada que me había hecho infeliz todo ese tiempo, la que me había hecho sufrir lo que ningún hombre ha sufrido. Sí, Riana pagaría su desprecio.
Entonces de manera repentina un cambio se produjo en mí, preparé todo para que muriera exactamente el día de nuestro aniversario de bodas. No deseaba que ella se enterara de mis planes así que fingí durante algunos días. La seguía e intentaba pasar con ella el mayor tiempo posible. Me quedaba horas enteras mirando su hermosa figura, embelesado ante su belleza. Ella jamás me hablaba. Pero un cambio casi imperceptible se produjo en ella, sostenía su collar y, de la nada, copiosas lágrimas caían de sus ojos más a menudo, mucho más a menudo que de costumbre. Parecía que en esas semanas había envejecido hasta parecer casi de mi edad, sólo tenía 20 años, posiblemente presentía su muerte.
Al final, el plazo se cumplió, el 24 de diciembre, el día de nuestro aniversario, mandé a que se pusiera una ropa hermosa que le había comprado unos días atrás, ningún sirviente se quedó esa noche en casa, éramos sólo ella y yo. Me agradó verla con esa ropa y por primera vez se peinó de modo diferente, una pequeña cinta plateaba anudaba su cabellera negra, pero llevaba el mismo collar. De algún modo presentía que ahí se encontraba el secreto de su vida, un secreto que no quería descubrir. Durante ese año hubiese podido verlo a la fuerza en cualquier momento, pero el miedo inexplicable que me invadía era mayor a cualquier curiosidad.
Como de costumbre, durante la cena, su cara se mantuvo sin expresión alguna, sin una palabra, acaso dos lágrimas se asomaron durante esas horas que me parecían interminables. Sentí una lástima infinita por ella, sabía lo que le iba a hacer y era horrible, pero se lo merecía, no era digna de compasión alguna si jamás había sabido amar al hombre que la idolatraba.
La lleve a su alcoba, no ofreció resistencia alguna, coloqué la bandeja donde se encontraban las copas de vino tinto, yo bien sabía que sólo con probar un trago del amargo veneno moriría casi inmediatamente, no sin antes sufrir terribles dolores y sentir como se iba quemando y desfigurando su hermoso cuerpo. La miré por largo rato antes de ofrecerle el amargo líquido que asemeja a la sangre. Ella ya no lloraba, sólo me miraba.
Al fin me decidí, era casi media noche, acerque la bandeja a dónde ella estaba, chocamos las copas, produciendo un sonido sordo, un sonido que nunca olvidaré. Antes de beber, por sólo un segundo ella me sonrió, sus dientes eran perfectos y su sonrisa esplendorosa, me llamó por mi nombre, quedé perplejo, todo pasó tan rápido, que no recuerdo el momento en el que ella bebió aquel veneno escarlata y todo terminó.
Lo que sucedió en las horas que prosiguieron es imposible de relatar, jamás su indiferencia me habría causado un dolor tan grande como su muerte, lloré durante horas, sin atreverme a levantarme de mi silla, mirando perplejo la obra de mi maldad, de mi locura y mi odio. Sus ojos se mantuvieron abiertos, era lo único que se podía distinguir de su desfigurado rostro y me seguía mirando, no podía apartar mi vista, hasta que por fin el cansancio y el sufrimiento me permitieron observar su rostro completo, se detuvieron por desgracia en su boca, había muerto con esa sonrisa, pero era ahora una sonrisa terrorífica distorsionada por la muerte.
De pronto, algo llamó mi atención, su cuello, aquel antiguo collar que parecía que la había acompañado desde siempre, después de un largo rato decidí a mirarlo, rápidamente. Nadie puede imaginar siquiera el horror que me produciría ver aquella foto, esa imagen que me ha atormentado por el resto de mis días y que me convirtió en lo que soy ahora. Desde aquel instante nadie ha escuchado mi voz y sólo ahora, cuando veo que el final de mi vida se acerca, me permití escribir la historia que me mató en vida, como a ella. Riana, ¿cómo iba a imaginarme que la foto que guardabas con tanto recelo era la misma imagen de tu muerte? Tus ojos abiertos y la sonrisa torcida por la muerte que, en ese momento, aún veía a escasos metros de mí….
Y al final de la gran noche...
cuando la princesa plateada
se quita su vestido de gala,
el creador,
tras arduo trabajo sin reposo,
se permite contemplar su obra.
Extasiado, deja caer aquel manto
estrellado que la cubría.
Ahí está, la vieja tierra que creyó
reparar y purificar en las horas de obscuridad
realiza su magnífica y estruendosa entrada.
Pero... algo sucedió, el mundo feliz que
había imaginado se esfumó
y en su lugar sólo quedó
el bajo mundo, mostrando sus
profundas fisuras, la eterna muerte,
su pegajoso olor a sangre.
Una tierra donde las lágrimas
fertilizan el suelo, formando lúgubres arroyos
alimentando a las hermosas flores
que muestran orgullosas sus venenosos pétalos.
Y después, después de este espectáculo,
nuestro infeliz creador logra distinguir
a las pequeñas figurillas , sus artistas
principales, aquellas sombras sin alma que
despiertan de la muerte de los sueños.
Uno a uno cae de rodillas sobre el lodo,
rezando, implorando un poco de felicidad.
Él los mira una vez más con esa
mirada impotente y lastimera, pues,
la culpa es suya.
Horrorizado, cae aquel ser,
cae cada vez más abajo, hasta llegar
al magnífico río, para que sus dulces aguas
lo bañen, haciéndole olvidar las desgracias humanas.
Y así, siglo tras siglo , se repite esta tragedia,
donde el artista intenta mejorar con desesperación
su primitiva obra, su pequeño juego.
Sufre, ya no le pertenece.
Y...
Quizá algún día,
el mundo perfecto
surgirá de las cenizas ,
el día en el que la musa regrese
al palacio de los dioses.

El primero

La vida esta llena de colores,
Formas, sentimientos y pasiones;
Fragmentos de la historia
Momentos de felicidad. Sin embargo,
regresan irremediablemente
los días sin luz, seguidos de noches sin reposo.
Murmullos ahogados, toscos temperamentos:
Crueldad infinita. Misericordia por los que existen,
fascinación extraordinaria por los que
pueden evitarlo. Todo es tan simple
falto de sentido, los contrastes son
extrañamente encantadores,
las palabras no describen fielmente
la realidad , únicamente los sentidos pueden apreciarla.
Es hora de contar bellamente una triste historia
Como en aquellos tiempos olvidados, donde
Lo atroz moría al convertirlo en arte.
¿A dónde llevaré sus palabras… y las mías?
Solo deja la sangre manchar el frío suelo.
Aléjate inmediatamente, antes de que
Puedan atraparte y dulcemente detenerte,
No necesitarás de nadie, alcanzaste
La verdad. Arrebataste un instante
Al tiempo y al fin serás el protagonista
De la escena, justo cuando ha terminado
El último acto de la fantástica representación.