jueves, 22 de noviembre de 2007

La historia se repite,
el tiempo se acaba.
Y al final del camino,
me reencuentro con mi vieja amiga,
tan dispuesta a presentarse sin cita previa,
justo cuando no la necesito, cuando no la espero...
La amargura lleva de vestido,
la nostalgia por sombrero.
El silencio la acompaña entre tantos gritos...
Alguna vez le di la espalda,
en medio de falsas compañías...
Su cruel venganza... permitirlo,
simples vueltas del destino.
Con una nota triste terminó el encanto,
en la despedida de las almas,
juntas recitamos un poema...
Soledad, no me abandones,
átame con cadenas de oro a tu desdicha.
La muerte viste de luto ...
tan alerta y preparada como guerrera...
guerrera en tiempos de paz,
de causas ganadas,
terca tempestad en días de sol...
Prefiero caminar al abismo
por pie propio, con la frente en alto
y lágrimas en mis ojos.
Caer mil veces y morir...
antes de ser presa de esas
hermosas figuras destellantes,
que me persiguen, pero..
no tienen ojos,no sienten nada,
iguales todas... bellas
perfectas... felices.
Simples hombres al fin,
sedientos de fe, cubiertos de deseos...
buscando, buscando, buscando...
justicia...no,
verdad...no,
libertad... creo.
Todo suena a lo de siempre,
carne muerta...

Soledad, no me abandones...
digo adiós al mundo
y te doy la bienvenida...
La eternidad espera.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Una crónica que no es crónica relatando lo que nunca ocurrió

Está es la crónica de una tarde cualquiera y en cualquier lugar, claro, en cualquier lugar que pudiera suceder lo que pasó hoy.

3:30pm. Era un día nublado. La hora de irse a la escuela había llegado… tal vez se aproximó demasiado. Estaba ahí, en el único cuarto de mi casa, tomando los restos de un café tibio y amargo que conservaba aún desde la mañana, fumando el último cigarro que sólo indicaba el inicio de una nueva cajetilla. De pronto, un sonido horrendo, casi tan horrendo como un grito humano me sacó de la intensa observación de las graciosas figuras grises que salían misteriosamente de mis labios. Mi hermano mayor y yo salimos a investigar que había sucedido, pues se escuchó tan cerca, que posiblemente, de haberse prolongado un poco más, hubiese lastimado nuestros oídos. Sólo vimos a tres gatos a unos metros de la puerta, pero parecían tranquilos. Aunque un poco desconcertados. Sin decir palabra entramos a nuestra preciosa casa azul.



3:40 pm. Manejar ya no era un problema para mí. Iba camino a la escuela y la vía rápida fue la mejor alternativa. De pronto, alcancé a observar una patrulla, un segundo después, cerca de quince, aunque no estoy muy segura, pudieron haber sido diez o treinta, no lo sé. Por seguridad, tuve que disminuir la velocidad, pues la única licencia que tengo para manejar es la mía y la de Dios, claro, en caso de que exista y crea en él. De cualquier modo, el tráfico se volvió lento, no pasó mucho tiempo para que me diera cuenta del porqué, tanto alboroto. Había un accidente, bueno, si a eso se le puede llamar accidente. Eran dos carros muy nuevos, de esos que jamás podría comprar en los próximos cuarenta años de vida. Supuse que acababa de ocurrir, aún no había llegado ninguna ambulancia. Al pasar por el lugar donde se encontraban esos autos, me di cuenta de que tenían los vidrios laterales estrellados y muchos orificios que adornaban la carrocería, seguramente eran de balas. En el interior distinguí unos cuerpos cubiertos con sábanas blancas. Cerré los ojos por un momento y seguí mi camino. En fin, cosas como esas pasan muy a menudo en esta ciudad, al menos eso dicen los periódicos y, por supuesto, es el secreto a voces de las autoridades. Iba concentrada en esos pensamientos, cuando un grito como el que había escuchado afuera de mi casa, me trajo a la realidad. Nuevamente, no hubo ninguna explicación, sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo. De alguna manera sabía que la muerte rondaba a ese sonido, posiblemente sólo lo recordaba.



4:00pm La ciudad es un caos y la universidad también. Había una enorme fila para entrar al estacionamiento. Me puse detrás de un carro rojo, respiré profundamente, supuse que la espera sería larga. Un poco nerviosa aún por lo que había sucedido en el camino, me recosté en el asiento y de pronto recordé que había oído ese extraó sonido dos veces en el día y sólo había ocurrido un aconteciemiento desagradable.Tal vez tomé demasiado café. Pude sonreír. Sonó el teléfono con esa melodía que tanto me gusta y me trae gratos recuerdos de mi niñez, de una linda cajita musical. Intenté contestar pero no pude, no podía moverme. Sonó y sonó. Una profunda oscuridad llenó mis ojos.


7:00pm. En las noticias de la tarde, comentan de aquellos dos autos, de las personas no reconocidas que murieron y de los asesinos que lograron darse a la fuga. También y de manera corta, mencionan un accidente inexplicable algunos metros más adelante, una joven se estrelló contra un poste. Murió instantáneamente.
Todo esto ocurrió en alguna cuidad, de la cuál, aquí donde me encuentro, no puedo recordar su nombre.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Otro cuento....triste, porsupuesto

Leonor

Transcurría el año de 19…en un lugar extraño, donde el tiempo parecía haberse detenido en el siglo anterior. Por las calles podían verse viejas construcciones, con jardines inmensos que despedían aromas arrebatadores. No había muchos habitantes, a primera vista parecía un pueblo fantasma. Las únicas fiestas que se celebraban ahí, eran las bodas o los entierros, naturalmente, con la misma emoción. Todos se conocían y se guardaban un cariño silencioso o un odio fraternal.
En la propiedad más alejada, vivía Leonor, una bella joven de veinte años de edad de carácter dulce y bondadoso. Sólo tenía por compañía a su madre Leticia, una triste mujer que había dejado de sonreír al quedar viuda algunos años después de su nacimiento. Poseían una gran fortuna, pues el padre era un importante funcionario que habían asesinado en uno de sus continuos viajes. La vida de estas mujeres transcurría de manera tranquila. Ocupaban gran parte de su tiempo atendiendo las tareas cotidianas, que eran muchas, pues nunca habían tenido personas que les ayudaran. Jamás tenían tratos con nadie.
El desprecio que sentía Leticia ante el mundo entero, la había convertido en una mujer severa. En muchas ocasiones había castigado a su hija por haber cruzado palabra con un desconocido o con la persona que llevaba las flores para adornar la mesa. Ella siempre se encargaba de esos asuntos de manera rápida y sin cortesía. Leonor no sabía mucho de su familia, posiblemente no tenía. No sabía leer ni escribir, jamás se le permitió ir a la escuela. Todo lo que sabía era por haberlo oído mencionar a su madre a la cuál adoraba después de todo. Era feliz, jamás se dio cuenta de la estrechez de su mundo. Nunca conoció el odio, ni el amor, ni las desilusiones. Su casa significaba su mundo, las sensaciones, su compañía y la imaginación era el único escape a la cotidianidad. La libertad, para ella, era sonreír al sol y llorar con las estrellas.
Sin embargo, en la siguiente primavera Leonor enfermó de modo repentino. Una tremenda debilidad le impedía levantarse de la cama. Fueron largos meses en los que padeció terribles dolores. Su piel, antes blanca como marfil, se ponía cada vez más gris, marchita y en sus ojos había un brillo extraño, semejante al brillo de la muerte. El médico dijo que no tenía cura y no podía precisar cuánto tiempo le quedaba de vida, podrían ser días, meses, años. Así, la sentencia estaba hecha.
La medicina recetada calmaba momentáneamente el sufrimiento. Había días en los que se mejoraba un poco y hasta podía sostener pequeñas conversaciones con Leticia, que no se había separado de ella un instante y velaba siempre su sueño. La mayoría de las noches, su pobre mente enferma era atormentada por monstruosas figuras, que se apoderaban de su imaginación, gritándole cosas terribles al oído, rozando con los sucios colmillos su piel, dejándole tenues llagas. La querían a ella, tan inocente. Nunca temió a la muerte, jamás escuchó un cuento de fantasmas, ni leyendas, ni hadas. Pero le aterraba seguir en esa agonía. Así que una idea fue formándose en su cabeza, dándole vueltas y presentándose como el único modo terminar con ese martirio.
Una mañana, en la que el sol se filtraba por las livianas cortinas de la habitación, despertó y vio a su madre con los ojos fijos en ella. Lloraba, se veía varios años mayor y terribles arrugas enmarcaban sus ojos. No sabía cuanto tiempo había transcurrido, le parecía como fuera apenas ayer que regaba las flores del jardín. Recordaba el olor que venía de la cocina en la última cena que compartieron antes de caer en esa agonía, su madre le habló de lejanas tierras y de la maldad de los hombres.
Entonces, con terrible voz, le pidió a Leticia que la matara. Le contó de su locura, los sueños, la incertidumbre. Le imploró que le permitiera descansar en el cementerio, ahí donde los muertos y los demonios viven en amarga armonía. Le habló de la gloria del cielo. Por supuesto, la madre se negó, a pesar de que se lo pidiera por tanto tiempo.
Cada día la situación se tornaba insoportable. Hasta que una fría noche de noviembre, en la que las sombras gritaron desesperadamente y el delirio fue más fuerte que nunca, Leticia, al ver el dolor insoportable de su pobre hija, tomó un cuchillo afilado, se acercó a su dulce cuello y le cantó su canción de cuna. Leonor abrió los ojos, sonrío y…
Los árboles habían perdido todas sus hojas ya, pero esa mañana, sobre una tumba reciente, apareció misteriosamente una hermosa orquídea morada y al lado un cuerpo viejo yacía ya sin vida, también….

sábado, 3 de noviembre de 2007

Musas, mujeres y uno que otro recuerdo

Noviembre de 18....


Aléjate de mí, todo lo que puedas,
hasta dónde te lo permitan tus manos,
que siguen acariciando mi rostro.
Dime adiós, sólo por hoy,
mientras te consuelas con el Arte
y regresas siendo el mismo.
Tú, guerrero en las batallas por la nada,
simple ganador de elogios... los míos.
Manipulador, perdido en mis ojos.
Cúlpame a mí o al mundo entero,
enciérrate en tu yo, tan obscuro.
Pudiera asesinarte,
pero tu sufrimiento es más voluptuoso.
Nada se compara con el dolor
de ser tú y no otro.
Pobre, construíste con arena
el sencillo castillo donde permanecerías
una eternidad y se está cayendo.
Búrlate de mis lágrimas accidentales,
si eso quieres. Critica mis ilusiones y mis deseos.
Soy tu sombra y tu reflejo,
eres mis heridas y mis recuerdos.
Aléjate de la obra que no fue tuya
y se muestra descarada a la luz del día.
Enfréntame con mis peores temores...
una vez más... y dales a ellos la victoria.
Siempre es el mismo efecto.
Aléjate de mí si eso te hace feliz,
quédate conmigo si no crees en la felicidad.
Difícil elección...para mí, simple repetición.
Acompáñame a caer al abismo del no pienso
y a subir por mi cuerpo, casi al cielo.
...
Entonces...vencido, tus dudas se despiden,
tus ojos se aferran a la imagen
y tu mente al recuerdo.
Tus pasos se retiran
y tus labios me dan la bienvenida.
...
Maldíceme si quieres.
Mi fascinación por la decadencia nunca terminará.
Aunque sea la mía.
Antes ya maté a muchos hombres que,
desolados, buscaron mi piel sin saber que ...
la arranqué hace mucho tiempo con filosos dientes.
Se que se espera mi solemne caída, para iniciar el festín.
Pero entonces...
la dulzura y el deseo,
la pasión y el sentimiento
la hoja y el tintero no irán de la mano.
Coquetearán sin tocarse,
en el peligroso juego de la vanidad.
Sus manos, desprendidas de sus frágiles
cuerpos inanimados,
seguirán llevando flores a mi tumba.
Claro, suponiendo que me pierda antes
que se opaquen las estrellas y se sangren las lunas,
mis insensatas lunas muertas.
Pero...no hay tal probabilidad,
en este tiempo nacen muchos artistas,
sedientos de promesas.
Apresados en las redes, siempre tan hermosas,
tan elocuentes.
Desearán escaparse siempre...
lográndolo algunas veces.
Regresando muchas veces más,
a mí y a sus secretos,
Su vacío es más grande que el mío,
y eso que yo, no conozco los anhelos.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Y justo en aquel instante,
te haces grande, imponente, insensible.
La tierra se vuelve pequeña,
ya no tiene espacio para ti.
Creces en todas direcciones.
Eras un hombre...antes.
Insensato, derribaste la muralla que te protegía.
El viento se llevó el techo de tu palacio,
entre otras cosas.
Ahora todos te conocen.
Sin embargo, ya no eres tú,
jugando con el fuego.

El polvo de tu cuerpo calcinado
se esparce por todos lados,
ensuciando las ideas
seduciendo las tiernas mentes.
De tu sangre casi roja nació un arroyo,
pero nunca llegó al mar.
Se filtró en la tierra y crecieron flores
de muchos colores, pero siempre marchitas.
Su belleza nace para morir
irremediablemente...como todos.

Sigues de pie aunque ya no tengas piernas.
Tus brazos cansados de luchar,
no pueden dar el último abrazo.
Gritas...los que solían escucharte
huyen aterrados, tapando sus lastimados oídos.
-¿Lo extrañas?
-No. El era un muerto. Hoy simplemete agoniza...
de verdad.
-¿Porqué lloras entonces y te vistes de luto?
-Porque soy una figurilla más en su teatro.
Si supieras como sonríe y me llama desde su ataúd.
-¿Puedes verlo?
-No.
-...
-Descuida, estoy soñando.

Y sigues creciendo
hasta que tu sombra desaparece,
tu alma fue directo al cielo,
para ser atormentada por los ángeles,
en el mismo infierno.
Mientras tanto...aquí abajo,
permanecen tus letras, tu polvo, tu sangre.
Pero no por siempre...
poco a poco el mundo se va purificando,
de todo...de ti.
Un niño acaba de nacer...tu lugar ya esta ocupado.

La luna maldita no llora.
¿Recuerdas su belleza?
Ella no te recuerda...ni nadie
y sólo pasó un segundo.
Lo siento...eras un hombre...
sólo un hombre.
El juego terminó.
Y todas las cartas se quedaron sobre la mesa...
intactas.