martes, 18 de diciembre de 2007

Deseo...no...a veces...

Deseo...
Un jardín lleno de flores...marchitas.
Escribir un poema
que no sea de amor.
Jamás ver las estrellas
y a sus plateados resplandores.
Deseo...
volar a tierras lejanas,
donde la tristeza me acompañe
en mi afligido andar...
la memoria se borre
y que de mí no quede nada.
Deseo...
Ver orquídeas en mi ataúd solitario...
consolar a los que me quisieron,
por quererme....Para consolarme...
con algo más que arte.
Deseo...
Hoy más que nunca...
morir una vez más...
en silencio.
Por tu hartazgo, con mis manos.
Deseo...
Jugar con el tiempo
a no encontrarme...
a no encontrarte...
Por fin entiendo tu juego....
Misterioso asesino de almas...
Bebe tu vino de la tarde...
Come mi carne primero...
Ya soy tuya...ángel enfermo.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Confusión...

Figuras de ángeles
y sombras de demonios
se pasean delirantes
por el inmundo escenario.
En el suelo, las rosas
y los alacranes danzan en
perfecta armonía.
Contrastes encantadores...
Hombres sin ojos
caminan siempre en línea recta...
al abismo.
Afuera simpre es más seguro.
Los colores no existen.
Todo es tan gris, viejo.
Simplemente gris.
La razón es el Dios de
aquellos seres.
No conocen el miedo,
tampoco la pasión.
Que tranquilidad se respira
allá afuera.
Estoy atado aquí con tus
cadenas de oro,
las de tus ideas.
Las cadenas de tus recuerdos.
Puedo correr hasta donde
me lo permitan...
puedo arrancarme las manos...
puedo... No quiero.
En medio de dos mundos,
decido ser un simple observador
de vidas, de muertes, de dioses.
Lo mismo da aquí ser libre...
en medio de lo infinito.
Pobre alma encerrada
en la bella obra de la vida,
deslizándose de acto en acto
hacia la muerte.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Diario....rosa rosa rosa

Diario
25/dic/18...d.C.
Hola… querida Eleonor (ya te puse un nombre).

Acabo de cumplir veinte años. Sí, es cierto, creo que te he abandonado casi por completo en estos últimos meses. Pero la vida en este apartado lugar, transcurre siempre del mismo modo. A lo mucho, las personas amanecen un día con una arruga más en sus rostros y la tierra se vuelve más vieja. Sólo eso. A veces me gusta imaginar que vivo en una de las grandes ciudades que aparecen en los libros, con toda esa gente consumida por el tiempo, por el trabajo y los hermosos vestidos. Yo, nunca he viajado. Viví aquí desde siempre.
Según he podido averiguar, mi padre falleció a los pocos meses de mi nacimiento, en la guerra. Mi madre, por alguna razón, me dejó al cuidado de la tía Audriana, planeando que permaneciera con ella sólo unos cuantos días, mientras arreglaba algunos asuntos en París…Auque ahora que recuerdo, jamás regresó por mí. No tengo ningún recuerdo de ella, pero Mossy, la cocinera, dice que era una mujer muy bonita. Es extraño que en esta casa jamás haya oído algún mal comentario de ella, aunque del mismo modo, nadie me ha querido contar lo que fue de su vida, luego de que salió de aquí.
Todos estos años me han servido para perdonarla. Sin duda, supo que aquí sería feliz por siempre, lejos de las terribles desgracias que según he leído que se viven muy a menudo en esos lugares tan fascinantes para mí. Hoy, precisamente, la extrañe mucho. El mejor regalo que podría tener es conocer a la persona que puedo llamarle mamá. De algún modo, sé que es imposible pero… cuánto me gustaría.

26/dic/18…d.C.
Eleonor:

He conocido al hombre más encantador del universo. Definitivamente, estoy enamorada. Su nombre es Óscar. Es muy apuesto y refinado en sus modales. Hoy era un día más para mí, pero definitivamente, ahora se convierte en el más especial de mi vida.
La mañana era muy calurosa, así que decidí pedirle permiso a mi tía para ir al río a pintar. Me costó un poco de trabajo convencerla. No le gusta que haga esos paseos tan largos yo sola, pero finalmente accedió, como siempre.
Al mediodía, después del trabajo con los pinceles, sentí un poco de sueño y me recosté sobre una piedra a la sombra de algún árbol. Poco a poco fui quedándome profundamente dormida, con el tranquilizante sonido del agua y sintiendo la brisa sobre mi rostro. Imágenes distorsionadas salpicadas de manchas rojas y negras perturbaron mis placenteros sueños, sentí un gran deseo por despertar, pero no pude, hasta que una mano fuerte me sujetó por el hombro y me preguntó con la voz más dulce que he oído en toda mi vida si me encontraba bien.
Sólo de recordar sus ojos grises y hermosos me hacen sonreír. Me preguntó mi nombre y elogió el cuadro que pinté ese día. Pasamos hablando muchas horas. Me contó que era nieto de unos amigos de mi tía Audriana. Acababa de terminar la carrera de leyes y había decidido tomar unas pequeñas vacaciones, antes de enfrentarse al trabajo extenuante del despacho de su padre. Yo sabía que no era correcto hablar con un desconocido, pero me inspiró confianza. Jamás se podría sospechar nada malo de un hombre como él. Me dijo que era muy linda, la más linda que había visto en su vida. Me ruboricé. Por supuesto, no le creí.
Sin darnos cuenta, se hizo casi de noche y se ofreció a acompañarme a mi casa para explicarle lo sucedido a mi tía que, a esa hora, ya debía estar pensando en las cosas terribles que pudieron haberme ocurrido.
Al llegar a casa, mi querida Audri salió corriendo y me abrazó, sentí un gran pesar por preocuparla de ese modo. Por fortuna, recibió con agrado las disculpas de Óscar y lo invitó a tomar un té a la casa, pues inmediatamente, por sus apellidos, supo quién era, a pesar de nunca haberlo visto en su vida.
La cena fue muy agradable, casi un sueño para mí. Repentinamente él pidió permiso para visitarme a la casa. Permiso que fue concedido con la única condición de que jamás se volvería a repetir lo de esa tarde. La felicidad no cabía en mi pecho. Aún ahora, que ya está amaneciendo, los recuerdos vienen a mí y no quiero dejarlos ir. Todo pasó tan rápido.

30/ene/18…d.C.
Eleonor:

Oscar ha venido diariamente a visitarme. Ahora es mi prometido, me casaré con él en tres meses. Para que describir la felicidad que me acompaña a cada paso que doy.
Nunca me imaginé que el amor sería así.



01/ feb/18…d.C.
Eleonor:

Acaba de llegar una noticia desgarradora a mi prometido, la cuál, vino a cambiar nuestros planes y a empañar de ardientes lágrimas nuestra felicidad. Su padre ha muerto. Tendrá que viajar inmediatamente para arreglar los asuntos pendientes y por supuesto, acompañar a su madre, destrozada por el dolor. Me parte el alma verlo tan abatido. Fue la más triste despedida. Esta noche parte hacia París, en algunos meses regresará por mí para casarnos. Eso dijo.
Hizo que recordara a mi madre, que hace veinte años me dejó en ese lugar, asegurando que regresaría. Y ahora se iba él.

05/feb/18…d.C.
¡Sufro tanto!

Cada día que pasa, mi miedo crece y mis pesares aumentan.
A veces extraño mi antigua vida monótona, aquel tiempo en el que si bien, no era feliz, no lloraba tanto.

25/ dic/18…d.C.
Querida Eleonor:

Es la última vez que te escribo. Ayer cumplí veintiún años, no hubo fiesta, regalos ni risas. Mi casa está sola. Aquí estoy, escribiéndote estas últimas líneas, sentada en la misma piedra en la que conocí a mi único amor. Las cosas han cambiado desde aquel día. Mi querida tía murió y como era de esperarse Óscar jamás regresó, como mi madre. Nunca me envió una carta, nada. No puedo derramar una lágrima más. Sí, estoy muerta en vida, algo menos que un fantasma. El final se acerca. Ya no estoy soñando, el río me llama con los gritos del infierno. Tengo que acudir a él. Adiós mi vieja amiga.
Eleonor, espero que Dios me perdone.

Cuento histórico de una historia por ocurrir. No, jamás ocurrirá

A principios del siglo XXI, en México, se vivía una de las peores tragedias de la historia. El país estaba dividido en dos sectores, tal vez en más. El miedo y la angustia se sentían en el aire, tan pesado ya. Por las calles ya nadie estaba seguro. Todas las personas caminaban con recelo, desconfiando de sus vecinos, de sus amigos, del señor que durante años había vendido el periódico en el crucero, de su familia y hasta de su propia sombra. Durante el día todo parecía tranquilo. En el noticiero jamás mencionaban los asesinatos, la inestabilidad, la inconformidad y mucho menos las injusticias, pues se tenía que guardar las apariencias ante los ojos internacionales a como diera lugar. Por las noches cambiaba el panorama. La sangre bañaba las avenidas de la mayoría de las ciudades, convirtiéndose en un campo de batalla. La sangre de los soldados, policías, civiles, la de todos.
Y ni hablar de lo que sucedía en el campo, en dónde realmente se vivía la guerra. Las cosechas se echaron a perder, pues todas las manos estaban ocupadas sosteniendo las armas, protegiéndose de todos, pues los habían engañado en muchas ocasiones. Muchas figuras que prometían ayudarlos y devolverles sus tierras, pero nadie había cumplido, por el contrario, les habían robado lo poco que tenían, incluso su esperanza. Ya no podían confiar en nadie.
El señor presidente de la República sabía que su vida corría peligro. Inesperadamente realizó un viaje diplomático por Europa, para desmentir la información que se estaba divulgando en Internet sobre los problemas de la nación. En una de sus conferencias, dijo que se trataba de pequeños grupos rebeldes que estaban manejados por los partidos políticos de izquierda. Explicando que en algunas ocasiones se había tenido que ejercer la fuerza para evitar que el asunto trascendiera. Refiriéndose, por supuesto, a la muerte de trescientos campesinos, que había ocurrido el mes anterior.
Los García formaban una familia de clase media, como cualquier otra. El padre era un contador público y Aurora, la madre, era ama de casa de tiempo completo. Ernesto, el hijo mayor, desde hacía algún tiempo deseaba ir a la capital, sabía que próximamente se iba a llevar a cabo la batalla final, la muerte del presidente y la caída de un gobierno autoritario, injusto, asesino… al menos esos eran los planes. Iría con un grupo de amigos que al igual que él, seguían de cerca los acontecimientos y mantenían comunicación con un grupo del centro del país, que reclutaba jóvenes para los tiempos difíciles que se avecinaban.
Un día hizo su maleta y le informó a su familia durante la cena sus planes. Aurora lloró desconsolada y el padre se opuso terminantemente, diciéndole que se estaba metiendo en problemas que no eran suyos. El gobierno ya se estaba encargando de todas esas personas que sólo hacían daño al país con su inconciencia y salvajismo. Habían convertido su lucha en una lucha de todos, empobreciendo al país, afectando a gente que era completamente inocente. En varias ocasiones habían discutido por ese asunto, Ernesto, en esa ocasión, guardo silencio. La decisión estaba tomada y partiría esa misma noche.
Su madre lo bendijo y le pidió que se cuidara una y otra vez. Presentía que sería la última vez que lo vería, rogó a Dios que no fuera así. No entendía las razones ni de su esposo ni de su hijo. Al igual que la mayoría de la población, no entendía el porqué del conflicto, pero diariamente sufría las consecuencias.
Los cinco amigos llegaron a la capital dos días después, agotados y hambrientos. Eran aproximadamente de la misma edad, con los mismos ideales, pero con diferentes vidas y sufrimientos. Estaban contentos por encontrarse ahí, tan cerca, haciendo por fin algo más que opinar, siendo parte de la historia. Ernesto se sentía mucho más útil que en su salón de clases.
Cuando al fin encontraron la dirección que les habían dado, no encontraron a nadie, era un callejón sin salida. Se desilusionaron un poco. Sin embargo, pudieron haberse equivocado, Abel era el único que había vivido en la ciudad, pero años atrás. No tenían a dónde ir, se estaban preparando para pasar la noche en ese sitio, de cualquier modo, no faltaba mucho para que amaneciera y pudieran realizar algunas llamadas telefónicas.
De pronto, tres carros con luces apagadas les cerraron el paso, ya de cerca, vieron que eran soldados. No podían huir, era demasiado tarde. Se oyeron varios disparos. Ernesto vio que sus amigos caían al frío suelo, ya sin vida. A él, lo torturaron para que confesara los nombres y direcciones de sus contactos. No sabía gran cosa, pero inmediatamente se dio cuenta que no tendría caso decirles la verdad, todos habían muerto ya y el no moriría como un cobarde…Se oyó el último disparo.
Aurora se quedó esperando a su hijo. Su cuerpo nunca fue encontrado. Esta abnegada mujer seguía sin entender el motivo de la guerra, que había acabado dos años antes. Pero comprendió los motivos de Ernesto, su sacrificio. Sus hijas menores ahora disfrutaban de la vida que él nunca tuvo. Podían caminar seguras por las calles, sin desconfiar de nadie. Se respiraba paz. En su casa, una veladora y lágrimas derramadas diariamente le rendían por siempre un homenaje silencioso, a pesar que su nombre nunca estuvo en los libros de historia, a pesar que aún lo esperaban para cenar....