lunes, 21 de julio de 2008

Serpientes...lalala

El camino era muy difícil de recorrer, lleno de fisuras y piedras que al menor descuido herían los pies de todo el que pasaba. Rel era alto y rubio, llevaba cargando una gran mochila con todo lo necesario para salvarle la vida y cumplir al mismo tiempo con su investigación. Hablaba mal el idioma de aquel lejano país, por suerte, el hombre al que había contratado en el pueblo para que fuera su guía hablaba perfectamente bien el suyo. Namín tendría acaso unos cuarenta años, de mirada profunda y piel morena. No era alegre. Desde que emprendieron el viaje apenas y le dirigió la palabra para advertirlo de algún peligro. Lo que más había llamado su atención fue que se ofreciera a llevarlo sin aceptar paga, podría decirse que lo encontró por una afortunada casualidad.Después de tres horas de caminar, salieron de entre la maleza y se dejó ver un paisaje completamente diferente, incluso el clima cambió: se sentía un calor sofocante. La ropa se unía al cuerpo haciendo resbalar un sudor salado y pegajoso. Hasta donde la vista alcanzaba no había nada, ni una espina, ningún árbol, ni una sola ave surcaba los cielos y el tiempo jugaba a detenerse. Rel asombrado, contempló el espectáculo por unos instantes hasta que se animó a preguntar:
-¿Es aquí?
-Claro que no ¿puedes ver aquella mancha gris que parece interminable? Es la vieja muralla. Debemos apurarnos sí no queremos morir de calor antes de llegar.
-Del otro lado está...
-¿Acaso no lo sabes ya? El viejo mundo...
-Pero ¿lo has visto?
-No-murmuró serio-no, nadie sabe cómo es ni lo que esconde bajo sus cortinas de piedra, pero se cuentan muchas historias.
-Lo sé, también he oído que varios han intentado conocerlo…luego no se sabe más de ellos.
-¿Para qué quieres ir entonces, hombre necio?
-Vine desde muy lejos, traído precisamente por todo lo que se cuenta de este sitio misterioso, tengo que conocerlo. Hace años mi hermano mayor lo intentó…le pedí mil veces poder acompañarlo-Rel, bajó la cabeza- “Es un viaje que debe realizarse en soledad-me dijo llorando-debes esperarme y alegrarte por mí cuando regrese cubierto de gloria”. Nunca regresó. Debo saber que sucedió con él.
-Hablo entonces con un hombre muerto...
-Quizá...así que me digas lo que me digas no tendrá importancia. Tú debes saber algo más, pues conoces bien el camino, parece que lo has recorrido muchas veces. La mujer del mercado me advirtió…
-Las personas siempre dicen cosas-lo interrumpió furioso-pero nunca la verdad.
-Entonces dime tú…cuéntame ese secreto que te entristece y no te deja sonreír.
Atravesaron rápidamente el hirviente valle muerto, hasta que al fin llegaron a las faldas de la muralla. Rel estaba asombrado, era gigantesca.
-¿Por dónde entraré?
-Es tu problema, no el mío.
-Dime, por favor.
-Sigues creyendo que ya he estado ahí ¿no es cierto?-le preguntó divertido.
-No puede ser de otro modo ¿Qué viste?
Continuaron caminando. Luego de varios minutos de silencio, Namín respondió lentamente:
-Cosas que ninguna persona soportaría…secretos inconfesables…Te puedo decir lo que quieras, pero no me creerás.
-Necesito saber si hay alguna esperanza de vera mi hermano vivo o...
-Olvídalo…Yo no soy de aquí, llegué cuando pasaba los veinte años. No había perdido como tú a alguien querido ni buscaba gloria, ni riquezas. Por el contrario, no tenía a nadie, mis padres habían muerto antes que pudiera grabar su rostro en mis recuerdos. Desde muy temprano alguien me contó acerca de esta región y sus leyendas. Impresionado, decidí venir acá. Durante varios días estuve recorriendo la región, reuniendo armas y cosas útiles, pues a pesar de todo, tenía miedo. Cuando consideré estar listo, me enfrenté a la dificultad de entrar. Días enteras caminé al lado de este gigante y ningún orificio me permitía ver un poco de lo que adentro sucedía. Hasta que una noche triste, ya cansado, encontré una puerta… enorme…si caminas hacia el sur, seguramente la encontrarás a poco menos de una hora.
-Entonces iré-dijo Rel levantándose rápidamente.
-Espera un poco-dijo sonriendo-esta puerta no se ve de día. Pasé por aquí mil veces y no había nada, hasta que pasé de noche. Deberías dormir un poco.
-No, quiero seguirte escuchando.
Namín entonces, como sí le dolieran las palabras,le contó:
-Bajo los rayos de una luna cobriza, crucé el umbral. La niebla no me permitía ver nada frente de mí, agitaba mis brazos constantemente para evitar tropezar con algo. Pasé mucho tiempo en esa condición angustiante. Mi imaginación se convirtió en mi terrible enemiga. Cosas horribles se paseaban junto a mí. El miedo me paralizaba a ratos, no podía regresar, ya no distinguía por dónde había entrado o si caminaba en círculos. Terribles abismos, guerreros furiosos y miles de insectos me acechaban. Me seguían, lamían mi piel, con esa baba espesa que ardía. No sabía sí estaban ahí, no podía escucharlos ni verlos, pero podía presentirlos y temerles. De pronto mi nariz fue acostumbrándose y llegué a distinguir cierto olor, hubiera querido nunca descubrirlo: era sangre fresca. De pronto entendí la humedad del piso. Ese olor no se fue nunca. Demonios y criaturas mitológicas se iban presentando en mi cabeza como un acto maldito, escena tras escena. Morí cientos de veces en aquel mismo lugar ¿Cómo saber dónde terminaba la realidad? La fiebre me hacía torpe y aturdido con fuerte dolor en mis oídos apreté los puños y caí…caí. Luego, una luz hirió mis ojos. Al principio intenté sin éxito fijar mi vista en un punto, mientras que recordaba lo que había sucedido la noche anterior, temblando, comencé a llorar. Las imágenes venían a mi mente con mayor claridad, hasta que levanté la mirada. Mis piernas estaban manchadas de sangre. Un poco más lejos descubrí uno de los muchos nidos de pequeñas víboras de cascabel multicolores adornando el suelo. Algo se movía en mi pecho y espalda, tenía cientos de ellas. Un tremendo asco me hizo salir corriendo, pero las serpientes estaban en todos, de cualquier tamaño, hasta especies que nadie conocía. En sus ojos se reflejaba la maldad, espiaban mis pasos, seduciéndolos hacia ellas. No se me acercaban. Con horror descubrí que fuera del camino de piedra, el piso estaba hecho de cuerpos humanos, muchísimos y los animales se paseaban con aire altivo entre millares de huesos. Algunos cuerpos parecían tener menos tiempo en el lugar, había un hombre vestido casi igual que tú enredado en una columna casi sin piel. Sólo se distinguía un ojo azul.. Casi sin aliento llegué a una vieja construcción, muy parecida a las que habían en el pueblo. Entré fácilmente y el sol se atrevió a mostrarme el terrible secreto. Avancé por el piso de mármol negro hasta que llegué frente a una imponente boa blanca, enorme, su mirada me paralizaba: sentía que hurgaba en mi mente, jugaba con mi pavor. Increíblemente me habló, sin sonido, sus palabras resonaban en mi cabeza. Decía que nadie sabría nunca lo que pasaba en esa tierra, donde al fin, las serpientes reinaron sobre los hombres, acabando con todos en una noche de luna llena: la primer venganza de los dioses. Casi ningún lugareño luchó, a pesar de tener armas suficientes para deshacer un país entero, los pocos que lo intentaron, encontraron la muerte en el fondo de una copa. Me advirtió que jamás regresaría a la tierra de los vivos. Un viento fresco se filtró por la ventana, haciendo girar el cuerpo del hombre que estaba colgado del techo, su rostro…era el mío. Eso y muchas cosas más existen allá, pero tú no las verás.
-Tienes razón, no creo nada de lo que me dices. ¿Dime cómo saliste entonces?
-Necesitaban un guardián. Ya anochece.
Segundos después, una transformación inimaginable ocurrió. Namín se tiró al suelo, cubierto de una extraña capa de humo y en su lugar, apareció una cobra real. Rin pegó todo su cuerpo a la piedra, hasta que con un ruido siniestro, exactamente detrás de él, se abrió la puerta de la muralla. Rápidamente desapareció y en silencio, se inició el sangriento sacrificio.