lunes, 29 de octubre de 2007

Mis musas muertas

Es hora de escribir la nueva historia.
Matar los sentidos,
aniquilar cualquier pensamiento,
descuartizando uno a uno los sueños.
Todo está listo ya,
para clamar por una nueva razón,
un motivo que se renueve día con día...
y que no se gaste como todas esas frases
que caminan por los viejos libros,
esos que ya no se leen
y que se regalan todo el tiempo.
No debemos permitir que sus historias
vuelvan a conmovernos.
Gretchen! Gretchen!
tu amor ya no significa nada aquí
y el tuyo era el más grande.
Julieta, Silby, Ligeia
sus muertes perdieron el sentido
con el nuevo siglo.
Su vida jamás debió ser contada.
Desdichadas, existieron sólo
para que el mundo
multiplicara sus anhelos.
Ahora todas están muertas,
sus hermosas labios ya no
nos murmuran sus secretos.
Buscamos olvidarlas...
su belleza dejó de seducirnos y
su abnegación nos embriagó...
hasta cansarnos.
Enterradas para siempre...
pobres, no pueden llorar.
Habrá que darle la espalda al dolor
y prepararnos para ese demonio que se acerca
con pasos cada vez más firmes,
su figura vacilante y su corazón enfermo
Si, escribir la nueva historia,
pero no con sangre ya,
ni letras de fuego...
Se puede escribir en la arena,
en en el aire o en el cielo,
que más da, ya todos estamos tan ciegos.
Me pregunto si es necesario
alquilar a un poeta para hacerlo.
No. A un hombre de ciencia prefiero.
El tiempo apremia,
pero hay muchos brazos,
muchas piernas y cabezas.
No hay más, cubiertos por la noche
haremos útil al arte, después...
todo está hecho. Por resultado tenemos
una vida burda y simples temperamentos.
Una nueva historia, sin sentmientos.
Por cierto...
El mío lo dejé en una copa de vino,
hace ya mucho mucho tiempo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Otro....

¿Qué puedo cambiar?
Una noche por diez días.
Diez días por una hora.
Una orquidea por una palabra o dos.
Un arete por el otro.
Una ilusión por un minuto de realidad.
El amor por compañía o cualquier cosa.
La salud por la felicidad.
El café amargo por el vino...amargo también.

¿Qué quiero cambiar?
Por supuesto, el color de la luna,
el sabor de la sal,
tú terquedad ante lo que no soy,
pero quieres que sea.
Lo alto de la montaña,
el olor de aquel perfume.
Las arrugas de la vejez
y el color de los sueños.

...Y habiendo tantas cosas por hacer,
elijo no mover nada de lugar,
todo es tan gracioso...
extravagantemente perfecto.

Contrastes y contrastes,
algún día el blanco se quedará sin el negro,
la luz sin la sombra, lo bueno sin lo malo.
Para quedarme yo sin yo
y el mundo sin su Dios y sus deseos.
El poeta sin sus letras,
la mujer sin sus lágrimas.
El silencio sin el terror y
los errores sin remordimientos.

Ese día gritaré por la libertad,
pediré a las esfinges me revelen sus secretos.
Mintras tanto, no me queda más remedio,
que seguir eligiendo.
Claro como si aquí se pudiera elegir
algo aparte del atuendo.
Lo olvidaba sí se puede...
pero no...
eso significa estar muerto.

¿Qué puedo cambiar?
No leyeron en el diario,
hoy es hace algunos años
yo aún no estoy escribiendo.

lunes, 22 de octubre de 2007

Simples muñecas

Acabo de recordar...
en una noche como ésta,
la muñequita salía a bailar,
para mí.
Con su vestidito blanco y negro,
siempre tan apropiado para la ocasión.
Y la ocasión, siempre era la misma.
Día tras día...algunos no...
Se oyen pasos al final del corredor que se acercan.
Pasos largos o pequeños, siempre se acercan.
Una mano, cualquier mano, muchas manos,
han movido ya la pequeña llavecita, que más da,
de cualquier forma la música siempre empieza.
Luego casi ciega ante la luz,
abre su casa, para mí.
Uno, dos, tres....gira y gira.
Uno dos, tres...vuele a girar...
Mis ojos la siguen y
mi corazón late a su ritmo.
Ahí está, con la misma sonrisa,
con el mismo maquillaje y la misma pose.
Siempre creí que era feliz así.
Nunca conoció el dolor de la caída.
Siempre quise ser igual a ella
tan bonita así, tan graciosa...
Pero esa noche algo era diferente.
La música empezó y ella no se movió.
Tuve que empujarla con mis manos,
pensé la había descompuesto,estaba desesperada.
Luego de algunos angustiosos segundos,
al fin, comenzó su rutina.
Uno, dos, tres...La música seguía.
Pero...ella giraba cada vez más rápido, tan rápido.
Yo sólo la miraba. No podía ayudarla.
Una vuelta más, un giro más.
Al final se detuvo.
Su cara, acabo de recordar,
tenía una lágrima.
Ahora sé porqué jamás volví a jugar
con esa hermosa cajita.
La muñequita lloró.
Quizá se dió cuenta que la vida era otra cosa.
Qué lástima...tan bonita,
tan graciosa que era...
Soy un poco más grande ya,
han pasado algunos años
y en mis noches de insomnio
logró acordarme de cosas
tan sencillas como éstas...
A veces pienso que soy yo,
quién da tantas vueltas.

sábado, 20 de octubre de 2007

Es sólo lo que es

¿Que pasará?
Ya no pertenece al mundo
de los hombres ni a nada.
Su voz ya no se escucha,
es el sonido de la brisa,
el graznido de un cuervo y
el silencio prematuro de su presa.
La belleza desapareció de su rostro,
que se refleja en el estanque.
Pobre hombre, pobre viejo.
Sus palabras desaparecieron
y ahogó el sentimiento en las olas
de una playa solitaria,
tan solitaria como él,
perdido entre los vivos.
Camina con las sombras,
una noche, muchas noches.
Se desgarra...cada segundo...
Pero ya no duele...
Pobre hombre, pobre viejo.
Decidió su destino
en un triste día de julio,
tan triste como él.
¿Qué pasará?
En silencio,
recorre las calles sucias de las ciudad
cómo un fantasma.
Antes, vestía un pulcro traje desaliñado,
corbata a cuadros, sonrisa ensayada y
camisa blanca de puños doblados.
Hoy,él es una ironía, una mala jugada,
es fruto del amor pegajoso,
donde se pegan sólo las ideas.
La tumba está abierta.
Desea vivir, vivir un poco,
como es debido.
Pobre hombre, pobre viejo,
por favor que alguien le diga,
esta hora ya no es suya.
Es libre.
No tiene que seguir caminando.
Se burló de la vida,
la muerte cobra venganza.
Siempre amigas del dolor consumado,
del dolor eterno, del vagabundo
sin nombre, del hombre sin sueños.
Mira cómo llora ese hombre,
preferiría estar muerto...
o enteramente vivo,
para ya no alimentarse
de la complejidad y reconciliarse
con el hastío de la misma flor en el ojal
y el mismo olor de su cabello.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Y,,,, y,,,,,i

Y este sentimiento que no se va...
se burla del tiempo,
de mí, de todos.
Es un juego cruel con reglas claras,
siempre tan atrayente,
lo juegas una vez y estás del otro lado.

Se desvanece a su anotojo
entre las luces destellantes pero efímeras
de la feliciday renace...
justo cuando ya eres fuerte
y crees que venciste al gigante.

Es la enredadera que se apoderó
de la torre del castillo,
el pasto que creció
sobre la tumba,
los sonidos de la noche.
Brutalmente sutil,
espectacularmente mediocre.

Quisiera alejarlo sólo por hoy.
Quisiera manipularlo para siempre.
Quisiera ganar sin pagar el precio.

Ya no queda más,
perdida en el laberinto,
para complacerlo, ofrezco al verdugo
mis buenas intenciones,
mi incapacidad y mi cabeza.

Y este sentimiento que no se va...
sigue robando sueños de los hombres
que permanecen despiertos,
estrujando su talento.

Es el vacío...
es el hambre,
la desilución
y el anhelo.

Sentimiento, no te vayas,
acompáñame, rasga mis entrañas,
hiere mi vanidad, corta mis manos de seda,
háblame al oído...
pero no de mí,
murmúrame mejor el concepto
de la belleza y del arte.

Enséñame a disfrutar
la voloptuosidad de una pena,
a llorar sin lágrimas
y vestirme de gris piedra.

Muéstrame lo que creaste...
para reírme contigo de las estrellas.

jueves, 11 de octubre de 2007

Y para eso tantas vueltas

-¿Para qué escribir palabras
repletas de dolor, amargura, desprecio y
frases que lloran a cada letra?
-Para aceptar el destino...
el destino de la musa
que se cayó del cielo de su poeta
y ahora se quema con las cenizas.
-¿Qué hace la musa siendo inspirada?
-Se convierte es una estatua de oro.
-¿Qué hace la estatua de oro,
cuando, olvidada en aquel rincón
ya nadie quiere rezarle,
ni hacerle altares, ni sacrificar animales,
ni hombres... ni almas?
-Quizá sólo se invente un Dios,
para pedirle alas y ser sólo polvo.
-¿Qué hacen los hombres al nacer?
-Prepararse para morir.
-Y... ¿qué ven los muertos al abrir los ojos?
-Lo ven todo y los vuelven a cerrar.
-¿Para qué los poetas escriben poesía?
-Para no estar muertos
-Entonces, ¿cuándo se cierra el círculo?
-El círculo se abre.
Se abre cuando los poetas ya no escriben
palabras malditas y matan a sus musas,
cuando el oro se convierte en polvo
y los muertos se alimenten de las cenizas.
-¿Qué hace la esfinge sin sus secretos?
Los vuelve a contar.

domingo, 7 de octubre de 2007

Carta para la musa...la carta de un viejo amigo

Despiértame cuando la caída nos haya alcanzado
y la hora suprema nos haya besado,
cuando la guerra haya cesado,
cuando tu corazón sea de piedra
y el mío de blanda ternura y negro sangrado.

Cuando el tiempo se detenga,
entre la poesía y la esperanza
y agotados los cimientos
ya no soporten la carga,
desmorónate, ese es tu camino,
asesíname porque ese es mi final
y el destino siempre ha de ser obedecido.

Eran el futuro y no son nada.
Son el caos, el infierno
son el miedo y el misterio.
Es la luz y el quiero
que se agoniza en el tiempo.

Entre tanto no hay más, estamos muertos.

Anínimo... ja no es cierto, no es mío, es de él. Estoy segura que no me acusará de plagio, aparte igual me
tocaría 50% de regalías, entonces no importa

jueves, 4 de octubre de 2007

Un cuento mhhh

Era cerca del 1890, me encontraba en mi magnífica casa de Londres, con sus amplios jardines y sus seductoras enredaderas que enmarcaban la imponente torre. Tendría casi 30 años. En ese tiempo era considerado uno de los caballeros más odiados y admirados de la sociedad. Mis destacados conocimientos en las ciencias y en el arte lograban conquistar a todos. Mi escandalosa vida antes del matrimonio, sólo era perdonada por aquellos títeres danzantes de la vida sin un pensamiento real en su cabeza, debido a mis encantadores modales, la ironía en mis palabras, la belleza de mi aspecto y por supuesto mi incalculable fortuna.
Mi infancia la pasé en escuelas alejadas de mi patria, tal vez las mejores escuelas del mundo. A los 20 años de edad, cuando murió el último lazo que me unía con mi odiada familia, mi padre, regresé a Inglaterra con el fin de disfrutar la herencia que me había dejado como el pago a su falta de atención
Después de 9 años de vida disipada, conocí a la más hermosa de las criaturas, no existirían palabras para describirla, era perfecta. Quedé impactado con su imagen que aún ahora recuerdo, ella jamás cambió nada, siempre lucía majestuosa. Llevaba siempre el mismo collar el día en el que la conocí, cuando la hice mi esposa y por supuesto en esa trágica noche. Jamás me había permitido ver cuál era el secreto de ese antiguo collar, supuse que dentro guardaría la foto de algún ser querido, muerto o vivo, tal vez de un viejo amor.
Pasé así los primeros meses de casado en una alegría inimaginable. Sólo que había una pequeña marca obscura en aquella dicha. Riana -ese era su nombre- nunca hablaba, jamás pronunció mi nombre, bueno, sólo una vez. Ella me miraba de ese modo tan extraño, que nunca mujer alguna sobre la tierra podría igualar y simplemente lloraba, cuando le pedía de mil maneras que me dirigiese la palabra. Puede parecer extraño que sin conocerla me hubiese enamorado de ella, pero esos bellos ojos no podían dejar de mirarse una vez que te habías adentrado en ellos, tenían un hechizo.
A medida que pasó el tiempo, la felicidad se fue desgastando, ya no la veía, me indignaba su falta de sentimientos, su rutinaria vida y sus repetitivos modales, me irritaba la idea que no me amara. Empecé a odiarla. La obligaba a hacer las cosas más bajas, insultándola y burlándome de las ardientes lágrimas que corrían por sus mejillas. Pobre, sólo me miraba. Poco a poco, fui aislándome de todo lo que antes me causaba un enorme placer, la naturaleza me parecía un cadáver que cambiaba su aspecto, con las estaciones, pudriéndose cada día. Me pasaba horas enteras en mi alcoba, tan alejada de la de ella. Nunca veía la luz del sol y debido a esa soledad que me embargaba me adentré en conocimientos que casi ningún hombre tenía el valor de realizar.
Hasta que un día cayó en mis manos un pequeño libro que me regaló no recuerdo qué personaje, ahora que lo pienso, jamás supe quién me lo obsequió. Sólo recuerdo que lo recibí en una mañana fría y de inmediato lo leí, coincidía perfectamente con mis investigaciones. Encontré una hoja marcada y de inmediato, una terrible idea se apoderó de mi cerebro. Tenía en mis manos la fórmula exacta para matarla, sí, mataría a aquella mujer tan odiada y amada que me había hecho infeliz todo ese tiempo, la que me había hecho sufrir lo que ningún hombre ha sufrido. Sí, Riana pagaría su desprecio.
Entonces de manera repentina un cambio se produjo en mí, preparé todo para que muriera exactamente el día de nuestro aniversario de bodas. No deseaba que ella se enterara de mis planes así que fingí durante algunos días. La seguía e intentaba pasar con ella el mayor tiempo posible. Me quedaba horas enteras mirando su hermosa figura, embelesado ante su belleza. Ella jamás me hablaba. Pero un cambio casi imperceptible se produjo en ella, sostenía su collar y, de la nada, copiosas lágrimas caían de sus ojos más a menudo, mucho más a menudo que de costumbre. Parecía que en esas semanas había envejecido hasta parecer casi de mi edad, sólo tenía 20 años, posiblemente presentía su muerte.
Al final, el plazo se cumplió, el 24 de diciembre, el día de nuestro aniversario, mandé a que se pusiera una ropa hermosa que le había comprado unos días atrás, ningún sirviente se quedó esa noche en casa, éramos sólo ella y yo. Me agradó verla con esa ropa y por primera vez se peinó de modo diferente, una pequeña cinta plateaba anudaba su cabellera negra, pero llevaba el mismo collar. De algún modo presentía que ahí se encontraba el secreto de su vida, un secreto que no quería descubrir. Durante ese año hubiese podido verlo a la fuerza en cualquier momento, pero el miedo inexplicable que me invadía era mayor a cualquier curiosidad.
Como de costumbre, durante la cena, su cara se mantuvo sin expresión alguna, sin una palabra, acaso dos lágrimas se asomaron durante esas horas que me parecían interminables. Sentí una lástima infinita por ella, sabía lo que le iba a hacer y era horrible, pero se lo merecía, no era digna de compasión alguna si jamás había sabido amar al hombre que la idolatraba.
La lleve a su alcoba, no ofreció resistencia alguna, coloqué la bandeja donde se encontraban las copas de vino tinto, yo bien sabía que sólo con probar un trago del amargo veneno moriría casi inmediatamente, no sin antes sufrir terribles dolores y sentir como se iba quemando y desfigurando su hermoso cuerpo. La miré por largo rato antes de ofrecerle el amargo líquido que asemeja a la sangre. Ella ya no lloraba, sólo me miraba.
Al fin me decidí, era casi media noche, acerque la bandeja a dónde ella estaba, chocamos las copas, produciendo un sonido sordo, un sonido que nunca olvidaré. Antes de beber, por sólo un segundo ella me sonrió, sus dientes eran perfectos y su sonrisa esplendorosa, me llamó por mi nombre, quedé perplejo, todo pasó tan rápido, que no recuerdo el momento en el que ella bebió aquel veneno escarlata y todo terminó.
Lo que sucedió en las horas que prosiguieron es imposible de relatar, jamás su indiferencia me habría causado un dolor tan grande como su muerte, lloré durante horas, sin atreverme a levantarme de mi silla, mirando perplejo la obra de mi maldad, de mi locura y mi odio. Sus ojos se mantuvieron abiertos, era lo único que se podía distinguir de su desfigurado rostro y me seguía mirando, no podía apartar mi vista, hasta que por fin el cansancio y el sufrimiento me permitieron observar su rostro completo, se detuvieron por desgracia en su boca, había muerto con esa sonrisa, pero era ahora una sonrisa terrorífica distorsionada por la muerte.
De pronto, algo llamó mi atención, su cuello, aquel antiguo collar que parecía que la había acompañado desde siempre, después de un largo rato decidí a mirarlo, rápidamente. Nadie puede imaginar siquiera el horror que me produciría ver aquella foto, esa imagen que me ha atormentado por el resto de mis días y que me convirtió en lo que soy ahora. Desde aquel instante nadie ha escuchado mi voz y sólo ahora, cuando veo que el final de mi vida se acerca, me permití escribir la historia que me mató en vida, como a ella. Riana, ¿cómo iba a imaginarme que la foto que guardabas con tanto recelo era la misma imagen de tu muerte? Tus ojos abiertos y la sonrisa torcida por la muerte que, en ese momento, aún veía a escasos metros de mí….
Y al final de la gran noche...
cuando la princesa plateada
se quita su vestido de gala,
el creador,
tras arduo trabajo sin reposo,
se permite contemplar su obra.
Extasiado, deja caer aquel manto
estrellado que la cubría.
Ahí está, la vieja tierra que creyó
reparar y purificar en las horas de obscuridad
realiza su magnífica y estruendosa entrada.
Pero... algo sucedió, el mundo feliz que
había imaginado se esfumó
y en su lugar sólo quedó
el bajo mundo, mostrando sus
profundas fisuras, la eterna muerte,
su pegajoso olor a sangre.
Una tierra donde las lágrimas
fertilizan el suelo, formando lúgubres arroyos
alimentando a las hermosas flores
que muestran orgullosas sus venenosos pétalos.
Y después, después de este espectáculo,
nuestro infeliz creador logra distinguir
a las pequeñas figurillas , sus artistas
principales, aquellas sombras sin alma que
despiertan de la muerte de los sueños.
Uno a uno cae de rodillas sobre el lodo,
rezando, implorando un poco de felicidad.
Él los mira una vez más con esa
mirada impotente y lastimera, pues,
la culpa es suya.
Horrorizado, cae aquel ser,
cae cada vez más abajo, hasta llegar
al magnífico río, para que sus dulces aguas
lo bañen, haciéndole olvidar las desgracias humanas.
Y así, siglo tras siglo , se repite esta tragedia,
donde el artista intenta mejorar con desesperación
su primitiva obra, su pequeño juego.
Sufre, ya no le pertenece.
Y...
Quizá algún día,
el mundo perfecto
surgirá de las cenizas ,
el día en el que la musa regrese
al palacio de los dioses.

El primero

La vida esta llena de colores,
Formas, sentimientos y pasiones;
Fragmentos de la historia
Momentos de felicidad. Sin embargo,
regresan irremediablemente
los días sin luz, seguidos de noches sin reposo.
Murmullos ahogados, toscos temperamentos:
Crueldad infinita. Misericordia por los que existen,
fascinación extraordinaria por los que
pueden evitarlo. Todo es tan simple
falto de sentido, los contrastes son
extrañamente encantadores,
las palabras no describen fielmente
la realidad , únicamente los sentidos pueden apreciarla.
Es hora de contar bellamente una triste historia
Como en aquellos tiempos olvidados, donde
Lo atroz moría al convertirlo en arte.
¿A dónde llevaré sus palabras… y las mías?
Solo deja la sangre manchar el frío suelo.
Aléjate inmediatamente, antes de que
Puedan atraparte y dulcemente detenerte,
No necesitarás de nadie, alcanzaste
La verdad. Arrebataste un instante
Al tiempo y al fin serás el protagonista
De la escena, justo cuando ha terminado
El último acto de la fantástica representación.