viernes, 2 de noviembre de 2007

Y justo en aquel instante,
te haces grande, imponente, insensible.
La tierra se vuelve pequeña,
ya no tiene espacio para ti.
Creces en todas direcciones.
Eras un hombre...antes.
Insensato, derribaste la muralla que te protegía.
El viento se llevó el techo de tu palacio,
entre otras cosas.
Ahora todos te conocen.
Sin embargo, ya no eres tú,
jugando con el fuego.

El polvo de tu cuerpo calcinado
se esparce por todos lados,
ensuciando las ideas
seduciendo las tiernas mentes.
De tu sangre casi roja nació un arroyo,
pero nunca llegó al mar.
Se filtró en la tierra y crecieron flores
de muchos colores, pero siempre marchitas.
Su belleza nace para morir
irremediablemente...como todos.

Sigues de pie aunque ya no tengas piernas.
Tus brazos cansados de luchar,
no pueden dar el último abrazo.
Gritas...los que solían escucharte
huyen aterrados, tapando sus lastimados oídos.
-¿Lo extrañas?
-No. El era un muerto. Hoy simplemete agoniza...
de verdad.
-¿Porqué lloras entonces y te vistes de luto?
-Porque soy una figurilla más en su teatro.
Si supieras como sonríe y me llama desde su ataúd.
-¿Puedes verlo?
-No.
-...
-Descuida, estoy soñando.

Y sigues creciendo
hasta que tu sombra desaparece,
tu alma fue directo al cielo,
para ser atormentada por los ángeles,
en el mismo infierno.
Mientras tanto...aquí abajo,
permanecen tus letras, tu polvo, tu sangre.
Pero no por siempre...
poco a poco el mundo se va purificando,
de todo...de ti.
Un niño acaba de nacer...tu lugar ya esta ocupado.

La luna maldita no llora.
¿Recuerdas su belleza?
Ella no te recuerda...ni nadie
y sólo pasó un segundo.
Lo siento...eras un hombre...
sólo un hombre.
El juego terminó.
Y todas las cartas se quedaron sobre la mesa...
intactas.

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