martes, 22 de marzo de 2011

dos, uno, lo que sea...

No puedo acostumbrarme a ser esa mujer. La observo detenidamente en el espejo, toco su piel, tan suave. Repaso con los dedos su fina boca, sus facciones sencillas, sin definir, en un rostro que no logra ser completamente viejo para ser sabio ni lo suficientemente joven para ser perfecto. Me detengo en cada una de sus cicatrices infantiles, en las indecisas arrugas bajo sus ojos. Luego, la profundidad de su mirada revela al fin el misterio, pasan los minutos, sabe que la observo y no siente miedo, en esos instantes, su simple belleza me distrae. Estudio cada movimiento, escucho con atención cada palabra pronunciada, ella sigue ahí, frente a mí. No se preocupa por secar la lágrima que se escurre hasta su cuello. Ella sabe sabe que la sigo en cada paso, soy cada sombra que su figura dibuja por las noches. Me río de sus fracasos, de sus errores, incluso me burlo de sus pequeñas victorias, jamás será lo sificientemente buena o mala para mí. Pero su dolor es el mío, estoy atada a ella. A veces le parezco insoportable, en un par de noches ella ha obedecido mis terribles órdenes. Solamente quiere morir, ser libre. Su cuerpo delicado está por quebrarse. A veces, de su piel brota sangre exquisita, no es suficiente. Cuando duerme logra olvidarse de mí. Su espíritu, ella no sabe de su fuerza, no me ha cedido por completo su lugar, no logro dominarla, ella inconsciente, defiende su sencillez, no olvida sus sueños, me presiente, desde pequeña y quiere que me vaya, no me necesita. Después del vino amargo, me reconoce y a veces, también se burla de mí. Se viste y se marcha en medio de la noche, se refugia en cualqueir bar, en cualquier brazo, en cualquier cama. Busca en caricias pasajeras el olvido, desaparecerme, desaparecer. Luego, se dedica incansablemente a su vida común y aburrida, su familia, su trabajo, cualquier amor. Me aletargo, mi voz la deja tranquila por meses, hasta que ella misma me llama, no soporta mucho tiempo estar sin mí . Lo pierde todo y sus terribles alaridos me despiertan. La veo un poco más cansada, casi consciente de su destino.


Abro los ojos, no puedo creer que ésto sea la realidad, la habitación apenas se ilumina con los pálidos rayos de sol, amanece. Hace frío, empiezo a soñar.

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